Mar adentro
La posesión de Mary (Mary, en el título original) es la primera gran decepción del año en materia de terror. Decepción considerando que en algún momento hayamos estado esperando realmente algo… que no es el caso. Porque Michael Goi, en su rol primordial de director, no alcanza (perdón por la alegoría obvia) a llevar a buen puerto a la nave en que la familia que componen como pareja Gary Oldman, Emily Mortimer y en que llevan a sus hijas a un futuro teóricamente mejor, viaja.
Los sustos muy previsibles, la construcción floja, flojísima, de los personajes hacen que la película no genere la menor empatía con sus protagonistas y deje librado al azar la historia que se pretende contar. El objeto inanimado desde el cual la maldición proviene y se proyecta sobre los tripulantes de la nave no provoca mucho más miedo que el empujado por los efectos de sonido para lograr forzadamente lo que no se consigue de manera natural a través del guion.
Una de las preguntas más fuertes que me nacen es por qué Gary Oldman aceptó protagonizar este horroroso film (y no horroroso por lo que se supone debería ser). La pregunta casi no tiene respuesta, más allá de la que se desprende por lo natural; un actor de la talla de Oldman ni siquiera debería figurar en la nómina del elenco de esta película menor, fallida, mal construida, oportunista y creo que se me terminan los adjetivos. Pobres del resto del elenco, Mortimer incluida, quienes tal vez, solamente tal vez, se merezcan algo mejor para su futuro profesional. Ojalá la suerte los acompañe.
La verdad es que podría seguir argumentando mi apreciación pero creo que es más que claro que es una película por la que no vale para nada la pena pagar una entrada de cine y ojalá que Goi pueda en un futuro más o menos cercano pueda reinvindicarse, y esta película quede rápidamente en el olvido.
La posesión de Mary es una película obvia, mal pensada y mal construida, con una pareja protagónica sumamente desperdiciada y una idea del terror que no llega a ser ni lo mínimo esperable.