La posesión de Mary es esa clase de películas en las que Gary Oldman se involucra cuando se atrasó con la cuota del colegio de los hijos o le quedó colgado algún cheque y necesita efectivo.
No hay otra manera de explicar su presencia en este exponente de la mediocridad cinematográfica.
Nos referimos a un artista que no hace mucho se llevó el Oscar al mejor actor por su gran interpretación de Winston Churchill.
No se entiende que a Oldman no lo convoquen para proyectos importantes y termine en el reparto de una película de terror mala del cine clase B.
Su presencia junto a la de Emily Mortimer es lo único destacable de esta labor del director Michael Goi, quien no ofrece otra cosa que un festival de clichés durante 84 minutos.
No dejó pasar una.
Durante el desarrollo de la trama te encontrás con los fantasmitas vengativos con tiempo libre que acechan a una familia, la niña que ilustra dibujos macabros, los jump scares burdos para generar miedo y efectos de sonido que intentan construir una atmósfera tétrica que brilla por su ausencia.
Goi quiso combinar el clásico Dead Calm (1989) de Philip Noice con El conjuro y no le salió.
El resultado es el típico estreno de terror sobrenatural malo que está más para el canal Space que para gastar una entrada de cine.