Un barco es hallado desierto y a la deriva por la guardia costera en el sur de los Estados Unidos. Se trata de un yate doméstico en condiciones de abandono con el agregado, pintoresco digamos, de un antiguo mascarón de proa adornando su delantera. El barco sin dueño conocido es adquirido por David (Gary Oldman) con la idea de abrir su propio emprendimiento de transporte turístico, pero sobre todo como un nuevo intento de unir a su familia que viene bastante cascoteada. Parte de esa inestabilidad se origina en una pasada infidelidad de Sarah, su esposa (Emily Mortimer), un desliz que parece perdonado pero ya veremos que no tanto. La familia sale en viaje inaugural con una tripulación integrada por padre, madre, hija menor, hija mayor, el novio de la nena y un asistente amigo de la familia. Los incautos tripulantes creen que salen en crucero de placer y sanación pero todos sabemos desde el comienzo que ese viaje está condenado por el mal que habita el barco y que, se irá descubriendo después, se remonta a una maldición de más de trescientos años.
Mary es el nombre que porta el barco ya desde su hallazgo, un posible guiño al misterio del Mary Celeste, legendario barco que se descubrió abandonado en 1872. En cualquier caso, La posesión de Mary es un relato típico de posesiones y lugares embrujados, que en vez de una mansión se emplaza en un barco con la especificidad del caso: la movilidad, el espacio más acotado y el aislamiento en altamar. La idea de los buques fantasmas y las embarcaciones condenadas tampoco es tan nueva y original. Podemos remitirnos incluso a la antigua leyenda del Holandés Errante, pero si no queremos ir tan atrás (ni ponernos tan pomposos) podemos recordar films como El buque maldito (1974) del nunca bien ponderado Amando de Ossorio o Barco fantasma (2002).
Tampoco el realizador, Michael Goi, ni el guionista, Anthony Jaswinski, hacen demasiado por agregar algo nuevo y una vez establecida la situación principal arrancan los lugares habituales del lugar embrujado/poseído/maldito:pesadillas aterradoras, niños que hablan con amigos imaginarios que sabemos que no son ni amigos ni imaginarios y que hacen dibujos oscuros que sabemos que no son pura fantasía infantil, personajes progresivamente perturbados con pinta de extraviados que en algún momento van a hacerse daño a sí mismos, a los otros, o a sabotear las posibilidades de ser rescatados. Y, para coronar el asunto, el descubrimiento tardío acerca del origen de la entidad maligna que los arrastra a la perdición. Cuando dicha entidad maligna aparezca, lo hará con la apariencia reconocida, y a esta altura gastada, de los fantasmas del J-Horror. El film está contado como un largo flashback desde el interrogatorio policial posterior a la tragedia, así que además ya arrancamos sabiendo quien sobrevivió y quién no.
A la trama de terror se le agrega el drama familiar en tanto el grupo está unido sólo en apariencia y con el conflicto siempre a flor de piel. Como señalamos anteriormente, la idea inicial de David era la de lanzar un nuevo proyecto para sanar viejas heridas pero ya sabemos cómo suelen funcionar esos planes. Igualmente estos conflictos no se desarrollan demasiado y no cumplen más rol que de ofrecer un piso de relaciones inestables y provocar algunas discusiones fuertes.
Film bastante menor, cuenta sin embargo con una fuerte pareja protagónica en Gary Oldman y Emily Mortimer, quienes aportan su profesionalismo y sostienen con su talento una propuesta bastante endeble. Ahí está también Jennifer Esposito, quien interpreta como de taquito a la desconfiada detective a cargo del caso, un tipo de papel que viene repitiendo en series como NCIS o la muy interesante The Boys con mucha más sustancia. El realizador, Michael Goi, que además se hace cargo de la fotografía, viene con experiencia en el género de terror en series como American Horror Story o Swamp Thing. Su puesta, de todos modos, es correcta y funcional pero no muy imaginativa.
Cuando se reseñan films ambientados en barcos es frecuente la tentación de usar metáforas náuticas y una de las más comunes es decir que el asunto anda a la deriva. La situación aquí es exactamente la contraria. Se podría decir más bien que al igual que Mary, el barco, Mary, la película, no se aparta un milímetro de un trayecto predeterminado, dirigiéndose derecho y sin desvíos por un recorrido moroso hacia un final previsible.
LA POSESIÓN DE MARY
Mary. Estados Unidos, 2019.
Dirección: Michael Goi. Reparto: Gary Oldman, Emily Mortimer, Owen Teague, Stefanie Scott, Manuel García-Rulfo, Chloe Perrin, Jennifer Esposito. Guión: Anthony Jaswinski. Fotografía. Michael Goi. Música: The Newton Brothers. Montaje: Jeff Betancourt. Dirección de arte: Elizabeth Boller. Producción: Scott Lambert, D. Scott Lumpkin, Mason McGowin, Alexandra Milchan, Tucker Tooley. Diseño de producción: Kara Lindstrom. Distribuye: BF + Paris Films. Duración: 84 minutos.