Desde tiempos ancestrales que el cine y el mar han generado producciones plagadas de tensión, misterio y terror. El subgénero de travesía inconclusa por asesinatos, muertes, y ahora posesiones, permite construir relatos con narración sintética y potente. No es el caso de esta película que originalmente en el nombre de su barco, esconde una maldición que se apodera de los más vulnerables, como un “Diez indiecitos” a lo Agatha Christie, los protagonistas irán desapareciendo. No entendemos qué hace Gary Oldman aquí, pero está, y también Emily Mortimer, que hacen lo que pueden con sus roles e historia.