La Posesión de Verónica: Con el Diablo adentro.
Nunca una historia real fue tan trágica y terrorífica a la vez; pero el paso de la adolescencia a la adultez, eso sí que es de terror.
Un antiguo indio Cherokee dijo a su nieto:
“Dentro de cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos: Uno Malvado: Es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego. El otro Benévolo: Es la Dicha, la Paz, el Amor, la Esperanza, la Humildad, la Bondad, la Empatía, la Verdad.” El niño pensó un poco y preguntó: “Abuelo, ¿qué lobo gana?'” El anciano respondió: “EL QUE ALIMENTES”.
La Posesión de Verónica está inspirada en el famoso caso de Estefanía Gutiérrez Lázaro, una muchacha residente del barrio madrileño de Vallecas, a quien comenzaron a acontecerle extraños sucesos tras jugar a la tabla ouija con sus amigas. Según se ha narrado, el origen del misterioso suceso remite al inicio de la década de los 90, cuando Estefanía, de 18 años, comienza a interesarse por el mundo del ocultismo. Dado que ya había participado en alguna ouija, organiza otra en su instituto junto a varias compañeras para contactarse con el novio de una de ellas, fallecido en un accidente de moto. Los problemas comienzan cuando la profesora las descubre y destruye el tablero contra el suelo. Entonces, la joven comienza a sufrir comportamientos extraños, inexplicables; convulsiones y alucinaciones, voces que la amedrentan. Nadie alcanza a dar un diagnóstico acertado sobre qué ocurre. Para quienes se definen creyentes, la chica de Vallecas ha sido poseída por el Mal.
Luego de la muerte de Estefania (en extrañas circunstancias), en la casa materna comienzan a suceder lo que en parapsicología se denominan poltergeist; entre ellos, babas negras que aparecen en las paredes, puertas que se cerraban y abrían solas, un crucifijo separado de su Cristo y un arañazo como de animal en un póster que lo contenía. Todo esto fue corroborado por el Inspector jefe José Pedro Negri y tres agentes de policía más que se apersonaron al domicilio, luego del llamado desesperado de la madre de Estefania. Los uniformados fueron testigos presenciales de los llamados poltergeist y de como una foto de la joven se incendiaba sin quemar el portaretratos. Todo esto quedó debidamente asentado en el informe que hoy conocemos como “Expediente Vallecas” (el cual pueden saber más en mi informe radial AQUÍ) y en el que se inspiró Paco Plaza para este film.
En el film, Verónica (Sandra Escacena) es una estudiante de 15 años en los años 90. Al ser la mayor de cuatro hermanos, y con un padre fallecido y una madre ausente por su trabajo, debe hacerse cargo tanto de los quehaceres de la casa como lidiar con su vida de adolescente. Interesada en los aspectos paranormales de la vida, decide hacer una sesión de Ouija con dos amigas, justamente el día que habrá un eclipse (fenómeno que los antiguos le atribuían poderes esotéricos). La sesión sale mal, y Verónica comienza a experimentar cambios tanto físicos como psiquícos, así como también siente la presencia de una entidad que la acecha en las sombras, poniendo en peligro a ella y a su familia.
Paco Plaza (ya un reconocido realizador de género gracias a la saga Rec, de la cual fue co-director) se adentra en el mundo de lo paranormal desde un punto de vista mundano y realista: La Posesión de Verónica tiene los tópicos usuales del género Ouija-posesión-exorcismo, pero visto y tratado como el paso forzado de niña a mujer, de adolescente a adulto. Verónica siente todo el peso de su familia sobre sus hombros, y anhela una vida como las que tienen las chicas de su edad, cosa que no puede tras la doble ausencia de su padre y madre, uno por fallecido (es el agujero existencial, la falta de lo masculino en el “yo”) y la otra por la ausencia misma, dando como resultado el conflicto de todo adolescente, pero magnificado por los eventos paranormales que la mente genera en esa etapa del ser humano.
El conflicto se manifiesta en sueños, pesadillas recurrentes que muestran como los hermanos la fagocitan, la madre quiere que crezca y aún no ha tenido su primer período a los 15 años, el padre se presenta desnudo llamándola (típico caso de vacío edípico, si se me permite el término); esto es la negación a crecer aún cuando la progenitora le espeta “Necesito que crezcas, estoy sola”, a lo que la joven responde “Yo sí que estoy sola”. La soledad en tiempos de la adolescencia es muy dura, tanto como el bullying o que tus amigos te separen del grupo al que pertenecías, y en una historia (real) de estas características, el miedo a crecer, a lo desconocido, tanto como la fascinación hacia ello, logran un combo explosivo donde la mente explota todo su poder desde lo sutil logrando modificar lo físico en los llamados poltergeist.
En La Posesión de Verónica, Paco Plaza hace una excelente recreación de los años 90, tanto en el diseño de producción como en la banda de sonido, mayormente (y estratégicamente) compuesta por canciones de la banda española Héroes del Silencio, de la cual la protagonista es fanática. Y hablando del cast, tanto Sandra Escacena como los niños que hacen de sus hermanos son fantásticos actores con un gran futuro por delante.
Para culminar, en La Posesión de Verónica, la joven busca constantemente salir de su situación, viendo por la ventana a su vecina de la misma edad, teniendo un padre, divirtiéndose, teniendo todo lo que ella no tiene. Quizás sea todo este germen el que estalle en los eventos paranormales que le acontecerán durante el film. O quizás no. Quizás sí la sesión de Ouija haya salido mal y una entidad oscura haya atendido el llamado. ¿O nosotros llevamos la oscuridad dentro y dejamos que salga cada vez que algo nos lastima?