Ocultismo, un eclipse y el juego de la Ouija conforman el corazón de esta atrapante propuesta del director español Paco Plaza, el mismo de la saga REC.
La posesión de Verónica está inspirada en una historia real ocurrida en el barrio madrileño de Vallecas en los años noventa -un “gancho” comercial que utilizan muchos filmes de terror- y en el informe redactado por el policía que llegó al lugar, alertado luego de recibir varios llamados de emergencia.
En la película, de estructura cíclica, la amenaza sobrenatural y desconocida se instala en el tranquilo hogar de Verónica -la debutante Sandra Escacena, muy convicente en su rol-, la adolescente que cuida de sus tres pequeños hermanos y es fanática del ocultismo a través de la lectura de fascículos semanales sobre el tema, mientras su madre -Anna Torrent- trabaja en un bar. Luego de jugar con sus amigas a la Ouija para contactar a su padre fallecido, invoca sin quererlo a una criatura que desata el horror.
Con estos elementos, el realizador construye una película de género que se apoya en la idea de un portal que conecta lo desconocido con lo cotidiano. El relato acierta con sus encuadres y prioriza la creación de climas asfixiantes antes que los efectos especiales para inquietar al espectador.
Entre lo que sucede en el sótano del colegio, donde Verónica y sus amigas se sumergen en el juego; una monja ciega que advierte el peligro que se avecina y una época en donde los eclipses traen oscuridad por encima de la luz, se desarrolla esta historia inquietante que se aleja de los clichés de otras producciones del género.
Con logrados momentos de suspenso y terror -como la escena en la que la criatura se hace visible a través de un vidrio esmerilado o las sombras deformantes que se extienden en las paredes del departamento-, Paco Plaza demuestra que conoce los resortes del género.
El filme perturba y alimenta el tópico de una adolescencia desprotegida que atraviesa conflictos, cambios y miedos letales. Y no es para menos.