Paco Plaza lo hace de nuevo. Con la excusa de un supuesto caso real de posesión a inicios de los noventa en España, trabaja el subgénero ouija/exorcismo con lograda tensión y desarrollo.
El contexto social y familiar de la niña poseída, además, proporcionan el espacio ideal para que la historia vaya mucho más allá, generando sustos y empatía por partes iguales.