INFIERNOS BIEN CONTADOS
La posesión de Verónica es un interesante regreso del director Paco Plaza (Rec; Cuento de navidad), un referente del cine de género tanto en su país (España) como internacionalmente. Esta vez para contarnos sobre el “expediente Vallecas” ocurrido en Madrid en 1991.
Verónica es una adolescente que extraña a su reciente fallecido padre y no le queda otra que cuidar a sus tres pequeños hermanos, mientras su madre se pasa horas trabajando afuera. Las responsabilidades que pesan en esta joven se ven contrastadas con respecto a sus amigas del secundario que viven sin preocupación alguna. Pero este duro clima se ve aún empeorado cuando Verónica decide, junto a sus compañeras, jugar a la Ouija en el sótano de su colegio católico y así poder convocar el espíritu de su difunto padre. Las cosas no salen bien y el mal comienza a acecharla.
Plaza lleva la historia a un terreno familiar e íntimo asfixiante dentro del departamento de un barrio obrero para exponer un espiral siniestro que envuelve tanto a Verónica como a los niños a su cargo. Pero también logra transmitir la paranoia creciente en esta joven que cada vez queda más aislada de su círculo directo, sin amigas y sin ningún adulto que le crea o ayude por la pesadilla que está atravesando. En definitiva, sin solución alguna. Y esto se ve naturalmente transmitido por el potencial actoral de la debutante Sandra Escacena, en el protagónico, como la del trío de brillantes pequeños que la acompañan.
El director es un gran generador de climas. Con pinceladas sobrenaturales que incorpora en momentos precisos manteniendo excelente ritmo, expone un descenso al mejor estilo del infierno de la Divina Comedia y el claro martirio de Verónica. Claro que este tipo de historias de posesiones ya fueron ultra contadas, aunque aquí están más referidas a maldiciones que se manifiestan de formas externas pero con una carga de hostigamiento que corta el aliento. Los elementos del catolicismo siempre presentes con cruces y monjas ciegas, esta vez en dosis moderadas y efectistas.
Y precisamente, vale la forma en que Plaza maneja este proceso narrativo. Su director lo hace homenajeando o empleando recursos y encuadres típicos de los films de terror psicológico de finales de los 60’ y el cine de los 70’ como Terror en Amityville o El bebé de Rosemary. Acompañando las escenas de exterior con pasajes musicales clásicos de los años mencionados, que le impregnan al film una sensación de película de antaño de buen sabor. Pero también contrasta con la música típica de una adolescente de la época incursionando con una reiterativa Hechizo de Héroes del silencio.
En definitiva, La posesión de Verónica expone un excelente clímax de gran mérito sin abusar de efectos especiales que parecen inundar los films de terror de los últimos 20 años. Plaza prefiere dar mano a la forma de “contar” de la vieja escuela, pero siempre cuidando de los detalles más inquietantes que hacen de esta una excelente propuesta.