La de terror de la semana pertenece al subgénero casa encantada, y abre con un temible juego de sombras y sonidos que indican una presencia maligna. Luego llegan, a una granja neozelandesa en medio de la nada, tres investigadores de lo paranormal, con niveles de creencia distintos. El problema es que son, justamente sus problemas, dudas y cambios de puntos de vista los que ocupan el centro de una escena que se supone terrorífica, excepto por los fogonazos de efectos especiales para asustar que los interrumpen, usted ya sabe. El final, eso sí, logra el objetivo. Lo que está en el medio, a pesar de sus juegos de movimientos de cámara, aburre bastante.