Por amor al neorrealismo
La prima cosa bella no sólo es el título de este opus del realizador toscano Paolo Virzì sino que alude a una canción famosa que hiciera furor en Italia allá por los años 70. Pero es el leitmotiv emocional y de unión de esta familia separada por las incompatibilidades de una pareja, que es sufrida por sus hijos. Esa es la historia central, narrada desde el punto de vista de Bruno (en la niñez interpretado por Giacomo Bibbiani, en la juventud por Francesco Rapalino y en el presente por Valerio Mastandrea), quien tras una infancia un tanto traumática junto a su hermana Valeria (Aurora Frasca para la niñez, Giulia Burgalassi en la juventud y en la actualidad Claudia Pandolfi) ha intentado cortar todo tipo de lazo con su madre Anna Nigiotti (Micaela Ramazzotti en la etapa de juventud y Stefania Sandrelli en el presente).
Sin embargo, el pedido expreso de su hermana de viajar a su pueblo de infancia Livorno para acompañar en los últimos momentos a su madre, quien padece de un cáncer terminal, significará para el protagonista un reencuentro con un pasado doloroso, que pese a sus tiempos de tristeza conserva en el recuerdo fragmentos de enorme felicidad.
Así las cosas, con un relato fragmentado en tres tiempos que sintetizan casi cuarenta años en la historia de esta familia, el director italiano Paolo Virzì impregna la trama de sentimientos, nostalgia, cinefilia, y clasicismo desde el punto de vista de la narración que abraza la estética del neorrealismo, sobre todo cuando de retratar el pasado se trata.
Sin bien las fibras sensibles del melodrama a la italiana atraviesan gran parte de las dos horas de metraje, los apuntes humorísticos no dejan de aparecer en un registro entre ingenuo y liviano para amenizar la densidad dramática que recubre varias capas del relato. Entre ellas: la lucha de una madre con un temperamento poco habitual para la época en una Italia machista que debe hacerse el camino sola y contando con la buena predisposición de aquellos hombres que se cruzan en su agitada vida sin pedirle nada a cambio.
Desde esas pequeñas anécdotas de supervivencia maternal se desprende una chance frustrada de convertirse en estrella de cine dada la exuberante belleza y la sensualidad que se ve truncada tras los arrebatos violentos de un marido celoso y una hermana egoísta y resentida.
En el derrotero de Bruno se irán intercalando momentos alegres de juventud; tristezas de infancia y vergüenzas por tener que escuchar comentarios sobre la reputación de su madre y su facilidad para acostarse con extraños. No obstante, eso no significa que las distancias afectivas con ella no puedan resolverse antes de que sea demasiado tarde.
Parte de la virtud de La prima cosa bella responde exclusivamente a saber contar una historia desde la emoción sin resultar meloso ni solemne como demuestra este prometedor realizador en un film que recuerda a esas joyas del neorrealismo Italiano.