Lástima, simplemente lástima. Esta podría ser la calificación del filme, pero no solo por falencias y/o falta de meritos del filme en cuestión, sino específicamente por el formato en que se proyecta, se exhibe en las salas de Buenos Aires y sumándole la deficiente calidad de la copia que el mismísimo dvd posee, que le resta, valga la contradicción, calidad de imagen a la proyección.
Digo, hay cuestiones que nos superan como espectadores y de las cuales hay que deslindar responsabilidades a los productores del filme como al director del mismo como así también a quienes trabajaron durante el proyecto en la etapa de realización, hasta el montaje. De esta inocencia quedan excluidos los distribuidores y/o los exhibidores. Igualmente y no es de menor importancia que si no fuera por ellos no tendríamos acceso a muchas de las producciones que se realizan en el mundo por fuera de la industria hollywoodense.
Me estoy refiriendo a que la imagen tiene durante toda la proyección un velo, una lamina casi transparente que le da un tono fantasmal a la misma, le quita densidad y fuerza a los colores, en cuanto al sonido es muy clara la ausencia de planos sonoros, los diálogos en primer plano se confunden con las resonancias del fondo de la escena, terminando siendo un pastiche, gracias a Dios que esta subtitulada.
Bertrand Tavernier es el mismo director que supo atrapar al público argentino con películas tales como “Todo comienza hoy” (1999) y “La vida y nada mas” (1989), tal cual en estos ejemplos, ahora también recurre a una historia casi minima para instalar una mirada política, social, de lucha de clases, de discriminación, sobre el texto.
Si en “Todo comienza hoy” centra su mirada en las cuestiones sociales y en “La vida y nada mas” esta vehiculizando hacia los intereses espurios de los grupos de poder económicos y políticos. En “La Princesa de Montpensier” utiliza un triangulo amoroso, (que podría llegar a ser un cuarteto o un quinteto, solo Dios sabe cuantos cayeron rendidos a los pies de la princesita), para mostrar, denunciar, instalar como una gran metáfora de la actualidad a la discriminación que se esta realizando en Europa y en otros lugares del mundo por problemas raciales, políticos y sobre todos religiosos. Aunque esto parezca estar hilando mas fino que el telar dispone.
Ambientada en Francia a mediados del siglo XVI, antes de los acontecimientos conocidos como “La noche de San Bartolomé” donde se llevo adelante la mayor matanza de hugonotes, católicos protestantes en manos de los cristianos en lo que se conoció como las Guerra de religión francesas.
Desde el parámetro de estructura el filme esta contado desde fuera, como si el narrador no se quisiese involucrar en el relato, eso le quita densidad, profundidad, por desplazamiento en niveles de importancia, queda en primer lugar el discurso, y lo narrado como excusa superflua.
En relación al guión y a la construcción de los personajes, al desarrollo de los mismos, en principio se puede decir que respeta al texto original del que se basa la historia, la novela de Madame de Lafayette.
La hija de un acaudalado Marques, Marie (Melanie Thierry) esta enamorada de Henry de Guise (Gaspar Ulliel) todo un duque, pero su padre la obliga a casarse con el Príncipe de Montpensier (Gregorie Leprince- Ringuet).
Pero la desgracia esta instalada, comienza la guerra y la princesa es enviada a un castillo alejado de la contienda, siendo enviado para su custodia el conde de Chabannes (Lambert Wilson, a quien viéramos recientemente en “De dioses y hombres”), quien por supuesto, se enamora de Marie.
Todo el nudo del conflicto se desarrolla y finaliza en un momento de tregua durante la guerra, se manifiesta propicio para que se reúnan en el lugar de residencia de la princesa, su esposo, su amante, el custodio y por si fuera poco algunos otros hombres, ninguno ciego, entre los que se encuentra el futuro rey de Francia.
Solo quedaría por poner en la palestra el manejo de la cámara, los movimientos de las mismas, y las actuaciones, de todo el elenco se destaca Lambert Wilson, y eso no es noticia, pero las performance de M. Thierry quien puede pasar de la mirada mas calida a la más helada con un abrir y cerrar de ojos o el compromiso corporal que Gaspar Ulliel le imprime a su personaje son loables.
En cuanto a la disposición de las cámaras las mismas entran al servicio de los actores y de la narración, se nota que hubo una búsqueda estética por parte del director, lastima el formato de proyección, simplemente lastima.