No descubrimos nada si observamos que existe una suerte de división de clases de producción en el cine. Aquellas del mainstream con millones de dólares en su presupuesto, otras de nivel medio en cuanto a su costo, y las definitivamente independientes hechas a pulmón en las cuales hasta la tía del director colabora haciendo empanadas para todo el equipo mientras pone el patio de su casa como locación. Por suerte nada de esto influye en la calidad cinematográfica. Siempre es el guión. Si hay historia bien desarrollada, el resto se puede trabajar.
“La princesa encantada” podría, como producto animado, entrar en la categoría del medio si fuese por analizar sólo la producción de la animación. En este sentido, estamos frente a un estreno al cual se le notan todas las costuras empezando por la intermitencia en los movimientos de los personajes, tanto en sus cuerpos como en sus labios. Cortes abruptos, no en el montaje sino en la continuidad de cada plano, ofreciendo pausas raras pese al intento de la banda sonora y la edición de sonido por disimularlos. ¿Qué queda entonces? Esperar que el relato avance en su idea para que la fuerza de la pluma sea efectivamente mayor a la de la espada.
“La princesa encantada”, desde su prosa, parece haber sido escrita en la década del ’50, y por ende se convierte en una suerte de émulo de las princesas de Disney que ahora el propio estudio intenta parodiar. Los directores de esta película ucraniana deberían haber esperado a ver ese brillante pasaje que “WiFi Ralph” (a estrenarse el 03 de enero) hace sobre las mujeres para decidir de qué manera le darían tratamiento a su personaje principal. Es que los tiempos cambian, y si bien Mila ofrece cierta rebeldía a los mandatos patriarcales nunca llega a sobrepasar esos diálogos de manual que ofrece.
Ruslan es un artista en búsqueda de ganarse los garbanzos, o un “busca” que no los encuentra como artista. Así entiende que emprendiendo la misión de liberar a Mila tendrá “tranquilidad” como recompensa. El problema con este argumento no es necesariamente la progresión lineal del relato, sino en qué lugar se pone en tiempos de la igualdad entre el hombre y la mujer. Tal vez en Ucrania rompa algunas barreras pero de este lado del occidente supone un atraso, y si bien no estamos para analizar las barreras culturales que cada país enfrenta, lo cierto es que aun entendiendo las diferencias culturales “La princesa encantada” resulta una marcha cansina por virtud del espectador que podrá anticipar cada una de las vicisitudes de la trama. Cuando eso pasa en el cine de animación, que por definición le corresponden todas las rupturas de forma y contenido, se entra indefectiblemente en el terreno del aburrimiento.