Una verdadera sorpresa constituye la llegada este nuevo largo animado, que en la Disney decidieron producir con mucho tiempo de anticipación, sumando a la dupla Clements-Musker que antiguamente habían dado "Aladdin" y "Hércules", y que aquí redoblan la apuesta volviendo a las fuentes de una animación ágil, divertida, y brillantemente narrada.
Tiana no es una princesa ni ahí, solo es una laburadora que junta propinas y trabajos con la idea de poner su propio restaurant con números vivos y así prolongar los no concretados sueños de su padre.
Asegura que no tiene ni tiempo para mirar chicos, una situación peculiar hará que se encuentre en plena noche de "Mardi-Grass" -ese carnaval tan típico del sur norteamericano- con un principe sapo que desea volver a ser humano y asi por una confusión la historia pegará un giro inesperado alejándolos de la maravillosa Nueva Orleans y enfrentando peligros varios en los pantanos de Louisiana.
El tema es que no se trata de una animación más, sino de una muestra de valores artísticos que comandó Mr. Lasseter como productor-hombre-Disney, a quien entre otras cosas se le debe la talentosidad de "Toy Story". "La princesa y el sapo" suma a favor, hay referencias de clásicos genuinos: el personaje del Cocodrilo jazzero es una mezcla del Rey Louie y Baloo de "El libro de la selva" o tienen en algún punto reminiscencias de "Los Aristogatos", o un permanente homenaje a la cuna del jazz negro -hay notables números musicales que nunca aburren y son muy divertidos como el del villano con juegos de sombras y cierta resaltación "lisérgica" que a su vez remite a los muy recordados de "los elefantes rosas" de "Dumbo", o pasajes de "Alicia en el país de las maravillas".
Los coloridos son notables, como la música del maestro Randy Newman, y basicamente al filme se lo describe como una verdadera comedia de situaciones, con sus enredos bien marcados, determinando un producto de los mejores vistos en los últimos tiempos, no distante de los productos de esa prima "cool" llamada PIXAR.
Obviamente tambíen parece politicamente correcta en plena era Obama, pero no hay que pensar eso y solo ir a disfrutarla en pantalla grande. Vale la pena.