El lobo disfrazado de cordero
La nueva creación de Darren Lynn Bousman, responsable de las tres partes de la saga El juego del miedo, intenta abrir la puerta que permite el acceso de criaturas demoníacas.
En ese sentido, La profecía del 11-11-11 se alimenta del clima oscuro de títulos como La profecía y Hellraiser, pero queda a mitad de camino al plasmar una historia que acumula diálogos, simbolismos, fe y escaso clima pesadillesco.
Un escritor que ha perdido a su familia (Timothy Gibbs) se ve obligado a viajar a Barcelona para acompañar a su padre, el cura de una pequeña congregación, en sus últimos días y, a su hermano (Michael Landes), también sacerdote, que se encuentra postrado en una silla de ruedas.
Una vieja mansión que registra presencias perturbadoras a través de monitores se convierte en el nuevo escenario del horror para el protagonista, quien además lucha contra sus demonios internos.
El número 11 aparece como símbolo de amenaza y horror en su vida y deberá luchar para descubrir la verdad porque la nueva fecha se acerca y todos aquellos que lo rodean corren peligro.
El film desaprovecha el clima opresivo del comienzo (sólo potenciado en las escenas finales) y se limita a mostrar el peregrinaje de una serie de personajes ambiguos: el ama de llaves, la compañera de terapia, el hermano postrado y un padre que, al borde la muerte, advierte el peligro que se avecina.
El resto es rutinario y modesto en recursos: todo sucede entre presencias que se ocultan en las sombras, el hijo que reaparece cual fantasma, extrañas raíces que cruzan la casa y un libro oculto. Lejos de sorprender al espectador, el relato lo sumerge en una trama que juega con el "lobo disfrazado de cordero".