La insoportable vida de Joseph Crone
A nadie engaña ya el truco publicitario de la coincidencia de fechas (que por suerte se terminará en 2012). Un juego utilizado anteriormente para estrenar el 06/06/06 la pobretona remake de La profecía, y que aquí es la única excusa para estrenar este engendro llamado La profecía del 11-11-11.
El tema es así: el exitoso escritor Joseph Crone (Timothy Gibbs) vive deprimido desde la muerte de su mujer y su hijo. Va a reuniones de terapia en grupo donde conoce a Sadie (Wendy Glenn), ese mismo día a las 11:11 tiene un terrible accidente de tránsito del que sale ileso, y a la noche del mismo día se entera de que su padre está muriendo en su casa en Barcelona por lo cual viaja hacia allá. Ni bien llega a España comienza para él, un derrotero de experiencias paranormales (ve demonios, su padre parece poseído, la enfermera española que cuida a su padre dice cosas extrañas todo el tiempo). En fin, todos los lugares comunes posibles del cine de terror, especialmente del subgénero de films de posesiones.
Gibbs intenta un personaje imposible al componer a Joseph Crone. Por un lado intenta ser una persona atormentada por un tortuoso pasado y, por el otro, casi que se obliga a obsesionarse con los números 11-11-11, siendo esto tan absurdo que dicha premisa del film se cae a pedazos desde el principio.
Imaginemos que la verosimilitud y el desarrollo de climas no importe, es más, presupongamos que este film pudiera valer la pena sólo por sus golpes de efecto. Bueno, tampoco los tiene, no hay sustos. El director Darren Lynn Bousman (El juego del miedo 2, 3 y 4) camina con una torpeza sin precedentes sobre un guión enclenque. Nos enrostra todo el tiempo escenas de supuesto miedo, que por previsibles o por mal construidas no generan más que tedio. Andan por allí un par de demonios que en la buena de Night of demons (1988) hubieran sido suplentes, sacando la lengua, caminado lentamente y amenazando con su sola presencia (?). También el padre de Crone deambula poseído, insidioso e intrascendente. Quizás el personaje más interesante sea el de Samuel, interpretado por Michael Lande, interesante en el contexto de un film horrible como este. Aunque hay que reconocerle algunos momentos logrados a Lande, que hace un poquito creíble el ambiguo cura que le toca interpretar.
Y cuando todo parecía terminar en un film muy malo, lleno de escenas inconexas arbitrarias y mal logradas, aparece el director Bousman con su herencia del juego del miedo a cuestas, e intenta explicar todo lo anteriormente sucedido con flashback tras flashback conectando un rompecabezas imposible. Logrando así un film peor, por tramposo y sesudamente absurdo.
¿No era más fácil intentar una película entretenida, con cierta cadencia o algún tipo de narración?
Parece que no, gracias por nada El juego del miedo.