UN LARGO CAMINO A CASA
La guerra es el trasfondo de este triángulo amoroso que, en realidad, termina siendo una excusa.
El guionista y director Terry George no tiene grandes títulos en su haber más allá de “Hotel Rwanda” (2004) y algunos episodios de “In Treatment” (2008–2010), pero su filmografía suele estar ligada a dramáticos hechos reales, muchas veces adornados, como en el caso de “La Promesa” (The Promise, 2016), con un clásico triángulo amoroso en tiempos de guerra.
Este drama romántico, en realidad, termina siendo una excusa para tratar un tema poco visto en la pantalla grande: el genocidio armenio, ocurrido a partir del año 1915, mientras el resto del mundo posaba sus ojos en el conflicto de la Primera Guerra Mundial.
Estamos en 1914, la guerra está por estallar y arrastrar con ella al poderoso Imperio Otomano. En medio del creciente caos, Michael Boghosian (Oscar Isaac), cristiano armenio, llega hasta Constantinopla (hoy Estambul) desde su pueblito natal al Sur de Turquía, para estudiar medicina moderna y así poder volver a Siroun convertido en todo un doctor para casarse con su prometida Maral (Angela Sarafyan).
Michael usó la dote para pagar sus estudios y “prometió” regresar a los brazos de su futura esposa lo antes posible, pero las cosas empiezan a empeorar en la capital, poniendo en riesgo la integridad de todos los armenios. Mientras tanto el joven continúa progresando en la escuela, logra zafar del reclutamiento gracias a su amigo Emre –hijo acomodado de un militar turco- y, de paso, conoce a Chris Myers (Christian Bale), periodista americano de Associated Press, y a su compañera Ana Khesarian (Charlotte Le Bon), una artista armenia que, inmediatamente, lo encandila con su belleza, talento, su espíritu libre y la herencia que comparten.
El romance no se puede evitar, como las tensiones entre Michael y Chris, pero hay cosas peores para sobrellevar. Los turcos se aliaron con los alemanes y el Imperio decide perseguir violentamente a sus propias minorías étnicas. Viendo el panorama desolador que les aguarda, no les queda otra que unir fuerzas para tratar de sobrevivir a toda costa.
Lo que siguen son mil y una peripecias para cada uno de los protagonistas desparramados por la región. El triángulo amoroso termina siendo lo menos interesante de “La Promesa”, ya que el director se concentra en mostrar el horror desde diferentes puntos de vista. El del periodista que quiere mostrar la verdad (aunque hasta el día de hoy el gobierno Turco niega que haya existido tal genocidio), y el de los armenios, cuyas familias fueron masacradas sin remordimiento alguno.
La película no contiene ningún elemento que se destaque, aunque las actuaciones son correctas (más allá del extraño acento de Isaac), al igual que la narrativa de George. El realizador cuenta demasiado en muy poco tiempo, pero deja en claro lo que quiere mostrar sin filtro alguno: el genocidio, la matanza indiscriminada y la lucha de una colectividad (como tantas otras) que no se dejó exterminar.
Todo suena bastante de manual, y a pesar de ser una súper producción, “La Promesa” carece de la épica que suele rodear a este tipo de películas. Igual, el mensaje funciona, recordándonos que la raza humana es ese animalito que vuele a tropezar, una y otra vez, con la misma piedra. Tal vez no quede en la historia del séptimo arte, pero los involucrados lograron crear, de alguna forma, un documento sobre un tema poco explorado y perdido entre las cruentas páginas de la historia.