LA HISTORIA ES UN TRIANGULO AMOROSO
Es cierto que el Genocidio Armenio es un hecho de la Historia poco transitado en el cine, especialmente en el más masivo. Por eso La promesa constituía un proyecto interesante, más aún por el enorme esfuerzo de producción puesto a disposición, con un presupuesto de 90 millones de dólares y un reparto multiestelar. Pero algo falla en el camino, en un film que no encuentra el balance pertinente entre el contexto histórico y los elementos ficcionales.
La película de Terry George está situada en los inicios de la Primera Guerra Mundial, durante los últimos (y posiblemente más brutales) tiempos del Imperio Otomano, centrándose en el triángulo amoroso que forman Mikael Boghosian (Oscar Isaac), que llega a Constantinopla con la intención de recibirse de médico; la bella y sofisticada Ana Khesarian (Charlotte Le Bon); y Chris Myers (Christian Bale), un periodista y fotógrafo estadounidense. En el medio, la escalada en la persecución de los armenios, que terminó desembocando en el que fue el primer genocidio del Siglo XX. Allí, en esa combinación entre lo particular y lo general, es donde residen los mayores inconvenientes narrativos del film, que al igual que muchos exponentes del cine histórico, tiene una suntuosa recreación de época, pero una serie de personajes y conflictos que no pasan del estereotipo.
Es que realmente cuesta involucrarse con los dilemas éticos y románticos de los protagonistas, y si a eso le sumamos las bajadas de línea cuando menos obvias, La promesa transita buena parte de su metraje en una aburrida previsibilidad. De hecho, el relato funciona mucho mejor cuando deja de lado el foco romántico y el posicionamiento ideológico, para trabajar el suspenso y la tensión alrededor de la chance de supervivencia (o no) de los personajes. Ahí surgen algunas secuencias destacables, como una que involucra una breve pero impactante aparición de Tom Hollander u otra que transcurre en un tren; y un par de gestos nobles, sin necesidad de palabras, por parte de algunos personajes, especialmente del interpretado por Bale, correcto en un rol que daba para un show personal.
Pero son solo destellos en una película que nunca consigue salir de los lugares comunes habituales y que incluso fuerza demasiado los giros trágicos de su cierre en pos de transmitir un mensaje que no necesitaba remarcación. La promesa tiene muchas ambiciones –eso es innegable- pero desperdicia demasiado tiempo remarcándolas y sin correr auténticos riesgos formales. En el camino queda la oportunidad de transmitir un mensaje verdaderamente impactante, que nazca de la estética cinematográfica.