Paula tiene 32 años, es actriz pero se gana la vida dando clases de castellano a extranjeros y participando en focus groups para estudios de mercado. Se ha separado de su pareja, hace bastante que no participa en ninguna obra y la sensación que transmite es de permanente incomodidad e insatisfacción. De todas maneras, como buena actriz, es bastante fabuladora y nunca sabremos si lo que dice es verdadero, sincero o forma parte de su maquinación.
En la primera escena, mientras mantiene una conversación con un estudiante alemán en un bar, ingresa un ladrón y ella -de manera instintiva- lo engancha con su pierna, lo hace caer y el delincuente termina siendo reducido. Sin quererlo ni buscarlo, se convierte en una celebridad pública. Los medios la entrevistan, sus viejos amigos la llaman, hasta las empleadas de una panadería se quieren sacar una selfie con ella. Pero -más allá de esa efímera fama- Paula (convincente trabajo de Rosario Varela) se siente vacía y decepcionada. Irá con nuevo corte de pelo, maquillada y bien vestida a una fiesta, luego a pasar un fin de semana en una quinta, pero nada de todo eso parece motivarla demasiado.
La protagonista es un film sobre las expectativas (ajenas y propias), sobre el éxito profesional (ella percibe que actrices más jóvenes van tomando el que podría haber sido su lugar), sobre esa madurez y seguridad que se resisten en llegar. Se trata de una película tragicómica (con más humor que drama) sobre las contradicciones íntimas, la posibilidad (o no) de reinventarse y también sobre el egocentrismo, la superficialidad y el esnobismo del mundillo teatral.
En ese sentido, esta pequeña y en su mayor parte entretenida película se mete con cuestiones angustiantes, pero apostando siempre por un relato de bienvenida liviandad y fluidez, y una sensación de que, a pesar de todo, siempre será posible remontar una crisis. Como dice el tema Fuego, de El Mató a un Policía Motorizado, que suena un par de veces: “Vamos, esta noche puede ser mejor...”