«La Purga» inicio su camino allá por 2013, siendo una película de bajo presupuesto (un costo estimado de 3 millones de dólares) y logrando obtener una recaudación total cercana a los 90 millones. Este peculiar film que presentaba una premisa bastante interesante, no solo nos brindaba un relato del estilo «home invasion» sólido y bien elaborado, sino que además se tomaba el tiempo para realizar una crítica a la sociedad norteamericana contemporánea bastante convulsionada y con problemas raciales, de violencia y odio a flor de piel. Por ese entonces, nadie imaginó que la pequeña historia producida por Blumhouse compondría una franquicia de 5 films y una serie de televisión con dos temporadas, 8 años después del estreno de la película original.
Lo cierto es que contra todo pronóstico y por más de que estemos ante una producción comercial que sigue intentando ampliar las ganancias del/los estudio/s, cada entrega de «The Purge» supo llevar la premisa hacia otro terreno para ampliar el contexto y también seguir teniendo más cuestiones para reflexionar. La secuela de la entrega original, «The Purge: Anarchy» (2014), llevaba ese microcosmos de la primera de extraños tratando de irrumpir en la casa del protagonista, al exterior y mostrando como son las cosas afuera, es decir, para las personas que no se atrincheran en sus casas. Luego vino la tercera parte, «The Purge: Election Year» (2016), que ponía en tela de juicio cómo la purga jugaba un papel preponderante en un año de elecciones y cómo los políticos usaban este hecho como una pieza clave en el ámbito legislativo para manipular el descontento de las masas, un claro alegato de lo que sería los Estados Unidos de Donald Trump. Y dos años más tarde, llegaba la precuela «The First Purge» (2018) que analizaba como comenzó todo el universo descripto en las películas, poniendo el eje en las clases sociales más bajas y en la cuestión racial.
La semana pasada se estrenó la ¿última? entrega de la saga que pese a que ya se puede notar un poco el desgaste del concepto logra brindar lo que podría ser un correcto final para la franquicia. En esta oportunidad, el largometraje se sitúa en el sur de los EEUU, más precisamente en Texas, donde las armas son moneda corriente entre sus ciudadanos. La noche de la purga parece pasar sin ningún tipo de eventualidad como se viene haciendo durante años. No obstante, surge un movimiento clandestino, para el cual ya no es suficiente una noche anual de anarquía y asesinatos, así que deciden devolver a Estados Unidos el caos y las masacres sin fin, donde nadie volverá a estar a salvo. Una «Purga por siempre». Adela (Ana de la Reguera) y su esposo Juan (Tenoch Huerta), dos inmigrantes mexicanos, habitan en Texas donde él trabaja como peón en un rancho para la adinerada familia Tucker. En la mañana después de la tradicional purga, una banda de asesinos enmascarados ataca violenta e ilegalmente a los Tucker. Tras este hecho, la familia texana se ve obligada a unirse con Juan y su esposa para enfrentar un país entero a punto de colapsar, que se hunde en un mar de caos y de sangre.
James DeMonaco, director de las primeras tres películas y guionista de toda la saga, sigue encontrando la vuelta para mantener a su propio universo como una propuesta entretenida que se toma el tiempo para sus planteos políticos y socioculturales. Ana de la Reguera, Tenoch Huerta y Josh Lucas realizan un gran trabajo componiendo a los protagonistas de este relato que se unen para intentar proteger a sus disímiles familias de un mismo enemigo común.
«La Purga Por Siempre» es una película a la que no le falta la irreverencia ni la acidez necesaria para brindar un relato correcto y lo que sería una digna conclusión. Si este capitulo funciona probablemente sigamos teniendo más películas de «La Purga», pero al menos de momento y casi de manera accidental podemos decir que tenemos una antología efectiva que, pese a que a veces no se caracteriza por su sutilidad en lo que plantea narrar, sí logra otorgarnos una mixtura entre acción y terror muy disfrutables.