Mia parece tener una vida por demás acomodada. Viviendo con su madre y padre en la finca La quietud, todo iba bien hasta que su padre sufre un ACV y es internado. Es por esto que su hermana, Eugenia, viaja desde Francia para estar con la familia. De a poco, secretos internos empiezan a salir a la luz, tumbando de a poco el frágil castillo de naipes que Mia tenía como vida.
Hoy nos toca hablar de La quietud, el nuevo film de Pablo Trapero, que se aleja de su temática más recurrente, que en lugar de mostrar los barrios bajos de Buenos Aires y como es la vida en ellos, dando casi un vuelco de 180 grados y explorando la vida de una familia en apariencia acomodada, pero sostenida en una maraña de mentiras.
A muchos la película quizás les haga recordar a La ciénaga, de Lucrecia Martel, en especial por el tema de la familia viviendo en un lugar alejado; pero poco y nada tiene que ver con el film dirigido por la realizadora argentina, ya que acá se nos plantean dos grandes temas de fondo.
Por un lado, ambas hermanas, en apariencia perfectas, tienen una vida sexual bastante activa con hombres que no deberían tener esos encuentros, haciendo que el secreto que las dos llevan, sea cada vez más grande para esconderlo. Y la otra sub trama preferimos no explicarla demasiado, pero diremos que tienen que estar atentos a los primeros minutos de metraje, para que luego no les parezca algo sacado de la galera.
Lo malo es que estos dos arcos argumentales parecen no congeniar demasiado; de hecho, es como si uno tuviera que terminar, para que el otro empiece a tratarse, cuando bien podrían haberlos hecho convivir de entrada, sin que resulte incómodo para el espectador.
Las actuaciones por suerte sí están a la altura. El elenco masculino que en esta ocasión se limita a roles secundarios (y donde sorprende ver a Edgar Ramirez) cumple su función a la perfección, así como también Martina Gusmán y Graciela Borges, quien en más de una escena termina siendo el alivio cómico, pero que a la vez protagoniza los momentos más intensos cuando comparte mesa con sus hijas. Por desgracia tenemos que recalcar el trabajo de Berenice Bejo, pero como una de las cosas en contra. Y no por su performance, sino porque a la actriz radicada en Francia no se le entiende casi nada cuando habla en castellano.
La quietud termina siendo una película irregular, pero que viéndola el espectador no se va a aburrir, ni a sentir que tiene minutos de más. Pero si uno la piensa con detenimiento y la digiere de a poco, va a empezar a encontrarle flaquezas en casi todos los apartados (ni hablemos del aleatorio uso del a música). De todas formas, la recomendamos bastante más que algunas cintas provenientes del norte.