Te puede gustar más o menos, pero Pablo Trapero sabe muy bien cómo transportarte a los universos que construye.
Ya sea a la hostilidad de Carancho (2010), a la crudeza de El clan (2015) o al rechazo de El bonaerense (2002).
La quietud tal vez es su film menos violento (en el sentido literal de la palabra), pero es el más morboso y más retorcido.
Juaga a eso y lo cumple.
Por momentos puede parecer un culebrón. Pero la factura técnica y la narrativa te aleja de ahí enseguida.
El espectador queda cautivado desde el principio, ya sea por los planos secuencia o los planos cenitales.
Gran fotografía por parte de Diego Dussuel con excelente montaje por parte del mismo Trapero.
En cuanto a lo actoral, la dupla que conforman Martina Guzmán y Bérénice Bejo es formidable, creés que son hermanas, aún en esa relación tan particular.
El resto del elenco acompaña bien, tal es el caso de Joaquín Furriel y Edgar Ramirez, aunque este último provee un buen nombre para el poster, pero no mucho más que eso.
La que se lleva todos los aplausos, sobre todo por una GRAN escena es Graciela Borges.
Muchos dirán que hace siempre el mismo rol, yo no coincido. Pasa que su voz es demasiado peculiar y distintiva. Y acá la rompe.
Hay un par de puntos de giro más que interesantes, que hacen que el film adquiera otro nivel.
La quietud es una muy buena película, otra gran opción de cine nacional que llega en el mes más fértil de los últimos años.