En este film los personajes centrales son mujeres; por un lado las hermanas Mia (Martina Gusman, logra transmitir todo lo que observa y siente) y Eugenia (Berénice Bejo, en una destacada actuación. Recordemos que trabajo en “El artista”) y la madre de gran temperamento, Esmeralda (Graciela Borges, se luce, maravillosa y esta estupenda).
El director Pablo Trapero (“El clan”, “Elefante blanco”) se toma su tiempo para ir presentando cada uno de los personajes y todos se van vinculando bajo una admirable estructura narrativa que se divide en dos tiempos y utiliza la cámara con gran maestría. Dentro de su desarrollo nos encontramos con varios símbolos. Todo sucede en una enorme estancia llamada “la quietud” que le da el nombre a la película; comienza cuando Mia abre la tranquera, vamos al interior de una familia, su cierre será cuando todo finalizó y al salir de allí algo nuevo tal vez esté por llegar.
Mia va a buscar a su padre (Isidoro Tolcachir, “Hija única”) pero al llegar escucha una fervorosa discusión con su madre Esmeralda, cuando llegan a tribunales en pleno interrogatorio este hombre sufre un ACV y queda en coma. Ante tal situación regresa urgente desde Francia su otra hija, Eugenia, quien se encuentra radicada allí junto a su esposo Vincent (el venezolano Edgar Ramírez, “La chica del tren”), y luego aparece en escena Esteban (Joaquín Furriel, “El faro de las orcas”), el escribano y amigo de la familia.
Una vez todos allí, comienzan a jugarse entre escenas sensuales y carnales, hechos relacionados con la última dictadura militar, un pasado oscuro, llena de misterio, secretos, miedos, ingresamos en lo más íntimo de una familia, explorando el universo femenino, Mia busca ser amada y sufre el complejo de Edipo.
La película contiene una pincelada de humor negro, hay buenos silencios y un apropiado uso del plano secuencia. Además, están siempre latentes las relaciones, las cuales entre madre e hija son muy intensas y esto provoca ciertas incomodidades entre ellas. Posee un ritmo con bastante tensión, ironía, audaz, perturbadora e inquietante. La fotografía es bellísima, al igual que la música.