(Sin) sangre, sudor ni lágrimas
La enésima adaptación de una novela distópica protagonizada por adolescentes podría haber sido un film sólido y entretenido, pero elige contar una historia poco interesante y de la peor forma posible.
Hija dilecta de Los Juegos del Hambre, Divergente, Maze Runner y Los juegos de Ender, entre otros tantos exponentes recientes de esta tendencia, La quinta ola imagina un futuro devastador, con la población humana intentando resistir los embates de una invasión alienígena.
Cassie Sullivan (Chloë Grace Moretz, demasiado frágil para este rol) es una estudiante común y corriente. Su rutina se interrumpe cuando toda la ciudad descubra una enorme nave espacial sobrevolándola. Enorme y familiar, ya que es idéntica a la que azotaba Johannesburgo en Sector 9. Esa es el primera de una serie de cuantiosas referencias que, durante la primera mitad del metraje, permite constituir una genealogía que va desde las mencionadas distopías adolescentes hasta otras más clásicas como Soy leyenda y la versión spielbergiana de La guerra de los mundos.
Pasadas las primeras cuatro olas (shock electromagnético para acabar con la electricidad, un terremoto, un virus y la posterior infiltración), el ejército al mando de Coronel Vosch (Liev Schreiber, en su enésima interpretación de un soldado de su carrera) empezará a alistarse para el golpe final preludiado por el título reclutando a todos los chicos. Salvo a la protagonista, quien permanecerá en la clandestinidad después de ver cómo asesinan al padre y se llevan a su hermano menor.
El film abrirá su segunda línea argumental centrada en los avatares del grupo durante el entrenamiento, al tiempo que acompañará a Cassie durante su travesía para rescatar al hermano. En el ínterin conocerá a un chico cuya conversión en interés romántico es síntoma de un film que, de todas las historias posibles, elige contar la menos interesante y de la peor forma. Esto es, el de la violencia límpida y el amorío adolescente y casto de Los Juegos del Hambre.
Sería un error esperar los hectolitros de sangre de la última de Tarantino, pero aquí los personajes salen de las peores situaciones como si lo hicieran de un salón de bellezas: maquillados, siempre peinados y alineados. Ya sobre el desenlace, el film se tomará una serie de licencias narrativas imposibles de creer aun dentro de la lógica propuesta, marcando que se trata de un producto demasiado parecido a otros y que, para colmo de males, deja todo abierto para una secuela.