Tierra invadida
Dedicado a los adolescentes, es un producto de fórmula, con una trama forzada y flojas actuaciones.
Hace un tiempo, alguien descubrió que los niños eran potenciales consumidores que, además, tenían la capacidad de arrastrar a sus padres al cine, y desde entonces no cesó el bombardeo de películas infantiles. Después, alguien descubrió que los adolescentes también eran un mercado a explotar, y de ahí que todos los años aparezcan sagas como Crepúsculo, Los juegos del hambre o Maze Runner. Basada en la novela homónima de un tal Rick Yancey, La quinta ola es el inicio de una nueva trilogía dedicada a esa franja etaria que los expertos denominan “jóvenes adultos”.
He aquí un cóctel de ciencia ficción y cine catástrofe: unas misteriosas naves flotan sobre la Tierra y lanzan una serie de ataques -“olas”- con el fin de exterminar a los seres humanos. Se suceden terremotos, inundaciones y pestes que liquidan a la mayoría. Los sobrevivientes se encuentran en el clásico escenario post-apocalíptico al estilo Exterminio o La carretera, en el que deben aplicar conocimientos de boy scouts para no sucumbir. Hasta ahí, nada original, pero tampoco demasiado reprobable.
Los problemas comienzan cuando aparecen los ingredientes que requieren este tipo de recetas, como el romance entre la protagonista y el carilindo -que, en la línea de unos cuantos galanes nacionales, trabajó más en el gimnasio que en las clases de actuación-, la pandilla de niños/púberes/adolescentes con sus estereotipadas personalidades, los villanos ridículos. Y todo empeora aun más cuando la trama se fuerza mediante mecanismos insostenibles y aparecen las poco cinematográficas explicaciones dialogadas. Ni siquiera los efectos especiales acuden al rescate, porque después de un principio a todo trapo, con un Nueva York inundada y otros chirimbolos digitales por el estilo, la acción transcurre entre decorados berretas. La mala noticia es que se supone que esto es sólo el principio. La buena, que difícilmente empeore.