Una historia simple
Un hombre y una mujer. Ella llora y él intenta consolarla. La mujer fue abandonada por su marido y está desesperada. El hombre es su suegro. Ella le echa en cara los defectos de su hijo pero él no pretende defenderlo. Ambos van a pasar un fin de semana en una casa de campo, bebiendo whisky, conversando e intentando tomar conciencia del estado de las cosas. Tras un comienzo sutil e intimista al calor de los leños y el alcohol, el hombre va a confesarle el secreto que lo atormenta desde hace veinte años. Una historia atrapante de amour fou que se instala de repente en la película y consigue que la joven abandone el llanto y se convierta en una espectadora fascinada. El desaliento cambia de campo y se invierten los roles del enfrentamiento inicial. El hombre maduro revisita su vida en ruinas y la directora confronta a dos generaciones mediante un largo flashback con pausas, vueltas al presente y rupturas de tensión narrativa.
La quise tanto es un melodrama que plantea el dilema de elegir, en un momento de la vida, entre el matrimonio y la pasión. La pasión es Mathilde, una mujer que subyugó al protagonista y lo transformó de la noche a la mañana en un ser renovado, divertido y apasionado. Él la amaba pero la perdió y ahora anda medio muerto, como una sombra. Zabou Breitman comparte con Claude Sautet la destreza en la dirección de actores, la habilidad para hacer surgir el tormento interior de un hombre perdido o de una mujer herida. La directora capta matices de euforia o fracaso sobre un rostro sin apelar al sentimentalismo. Daniel Auteuil pocas veces estuvo tan intenso en sus miradas, en sus silencios, en su arrebato, expresando dos estados de ánimo opuestos. La curiosa pareja nacida del flashback, entre un cuerpo joven y otro que envejece, posee una química sorprendente. La aguda reflexión sobre la incandescencia de los sentimientos se complementa con una puesta en escena precisa que logra expresar visualmente la intensidad amorosa y hace resurgir un pasado glorioso en un presente incierto.