Hong Kong, mon amour
La actriz francesa Zabou Breitman lanza su tercer film como directora, La quise tanto (Je l’aimais, 2009), adaptación de la novela de Anna Gavalda. Puede que algo deba a Hiroshima mon amour de Alain Resnais (1959), piedra angular del género: un romance a cuarto cerrado entre dos extraños que se conocen en el extranjero, y sus largas charlas acerca del hogar y la vida que han dejado atrás o a la cual les gustaría volver; romance condenado por nuestra sabiduría del presente.
Pierre (Daniel Auteuil), su nuera Chloe (Florence Loiret Caille) y sus dos nietas huyen de la ciudad. Se refugian en una casa de campo. Pierre abandonó a su amante hace veinte años y el esposo de Chloe la acaba de abandonar por una amante. Él no habla mucho –de sus muertos, a veces– y ella pasa las tardes llorando. En este marco catatónico charlan, una noche.
Pierre cuenta su historia: conoció al amor de su vida, Mathilde (Marie-Josée Croze), en un viaje de negocios en Hong Kong. Él está casado y tiene familia, pero comienza a inventar viajes de negocios y horas extra de trabajo para poder verla aunque sea un rato. Lo suyo es una fascinación mutua que se extiende a lo largo de los años. El enunciado corta a presente, de vez en cuando. El Pierre del presente, viejo y con una copa en mano, lamenta sus indecisiones. Chloe quizás está a tiempo para hacer lo correcto.
Auteuil, especialista en interpretar a mezquinos burgueses de clase media, aquí caracteriza a un personaje inusualmente patético e inseguro, incapaz de apostar por el amor y condenado a una muerte en vida por ello. Croze hace de musa decepcionada por el hombre que no sabe devolverle lo que ella le da. Loiret Caille, interpelada por el Pierre de Auteuil, pronto se relega a un segundo plano y cede el estrellato a la dupla Auteuil-Croze.
Pierre y Mathilde han sido amoldados por el arquetipo de la pareja francesa encerrada en una recámara. El cuadro más honesto y representativo del film les muestra de espaldas, en batas de hotel, asomados por un balcón, considerando sin éxito salir a pasear. Auteuil y Croze se ven tan bien juntos y sus actores transmiten tan buena química que logran alivianar el tedio de una fórmula harto gastada, a veces con el ingenio del diálogo (descontando un par de “mon amours”), a veces por simple presencia y lenguaje corporal.
Se suele diferenciar la nostalgia de la melancolía de la siguiente manera: la nostalgia es la añoranza de lo perdido, mientras que la melancolía es el añoranza de aquello que quizás podamos volver a encontrar. Pierre es definitivamente un nostálgico. La esperanza es que quizás Chloe solo sea una melancólica.