Y hoy que enloquecido vuelvo buscando tu querer
Melodrama con Daniel Auteuil con más de un clisé.
Usted los reconoce fácil. Son los personajes que Daniel Auteuil compone cuando no hace de fracasado en un thriller, o es comediante. El de perdedor, sí, es el rol para el que muchos realizadores encuentran en las grietas de su rostro el mejor perfil.
Auteuil es en La quise tanto (el tiempo verbal preanuncia lo que vendrá) Pierre, un hombre que hace (hizo) negocios en todo el mundo y que recuerda al amor de su vida. Lo evoca con palabras como que entonces “haría el amor con el amor de mi vida por primera vez. Esas cosas se sienten”, y es el mismo que al rato dice “Era hermoso, pero artificial. Todo era falso. Me mentía a mí mismo”.
¿En qué quedamos? Pierre es un soñador, pero como diría John Lennon, no es el único. El problema es que todo este rememorar lo hace sentado ante Chloé, su nuera, a quien se lleva a su casita en las montañas porque Adrien, su hijo, la abandonó. ¿Y ella está dispuesta a escuchar las añoranzas amorosas de su suegro, que engañaba a su esposa con una traductora por todo el mundo? Parece que sí .
Uno puede ser un soñador, y un hombre sensible y romántico, pero Pierre, además, es un infeliz en el cabal sentido de la palabra. Porque no dejó a Suzanne –quien apenas abre la película le dice que sabe todo sobre su amorío, pero que no lo puede dejar- y “no me recupero. Van 20 años y no puedo… Pienso siempre en ella, desde que me despierto”.
Hay cosas para las que un Lexotanil no ayudan, pero Pierre -que en los restaurantes pide lo mismo que la mujer que lo acompaña, sea su mujer o su amante, cuando se siente intimidado- y Mathilde son una máquina de tirar frases hechas y/o de autoayuda. “Intentaré vivir sin ti” o “¿Qué va a ser de nosotros?” pueden sonar triviales fuera de contexto. Y dentro también.
Cuando Pierre recuerda, y cuenta su reencuentro con Mathilde, Mathilde “aparece” y lo besa como habrá sido en aquel momento. La directora –y actriz, aunque aquí no cumple esa función- Zabou Breitman intenta airear la trama cada vez que salta al tiempo presente, aunque no siempre le da resultado.
Además de Auteuil, que hace lo que puede con su protagonista, la canadiense Marie-Josée Croze, que fue mejor actriz en Cannes por Las invasiones bárbaras , le pone toda la piel y la ambigüedad necesaria a Mathilde.
La directora por momentos pareciera que escribió la historia para poder incluir aquéllas y otras frases como “Uno no deja de amar a alguien. Empieza a amar a otro. Quizá porque hay espacio”; al ver llorar a su amante, ella le replica “Me voy. Yo ya lloré”, o la última línea de diálogo, esa esperanzada y cliseada “Va a ser un día hermoso, ¿viste?”.
Y, no, porque el personaje se quedó dormido.
Son cosas que pasan.