Amparado por el logo de Amblin llega este estreno así que es justo avisarlo: esta segunda parte de “La razón de estar contigo”(2017) está lejos de todo ese universo de filmes queribles. Decimos esto para que no vaya por ahí echándole la culpa a Steven Spielberg por lo que vio, si es que decide ingresar a la sala.
Que los seres humanos somos sensibles a las mascotas y su fidelidad no es ninguna novedad. El mundo está lleno de historias de estos vínculos tan particulares y el cine también, así que hay un público cautivo movido a las salas por este interés temático. La línea entre lo emotivo y lo burdo es muy fina en este tipo de producciones, y “La razón de estar contigo:: un nuevo viaje” está encaminada a ser el segundo sustantivo.
Amanecer sonrosado, un tractor en medio de un campo de trigo, música de violines que desde que comienza a sonar hasta el final, tendrá el doble objetivo de edulcorar el relato e indicarle al espectador como tiene que sentirse o qué debe hacer con cada escena, si reír o llorar.
El protagonista exclusivo es Bailey (voz en off de Josh Gad), un perro precioso que por falta de presupuesto no dio para digitalizarle el hocico y sincronizar la fonética, así que (nos) habla para hacer algunos chistes simpáticos sobre sus costumbres, o la lectura del ser humano desde su perspectiva; pero sobre todo habla para contar la historia. Relata, anticipa y subraya, porque la torpeza de los guionistas parece radicar en la confianza in extremis respecto de la simpatía de los varios canes que desfilarán por la pantalla.
¡Ah! porque no lo olvidemos, la novela de Bruce Cameron, y su adaptación cinematográfica, se le animan a un budismo de folletín y hablan sin sonrojarse de la reencarnación. Curioso producto este que (alerta de spoiler), pese a estar dedicado a los chicos no puede evitar adolecer del síndrome de Disney y mata cuatro o cinco perritos para poder contar la historia. Algunos de ellos mueren en forma cruel e injustificada para que el espíritu reencarne en otro para poder cumplir la promesa de cuidar a CJ (Kathryn Prescott) para siempre.
Salvo por el trabajo de las nenas que personifican a CJ en distintas edades, y algunos fragmentos del texto en off, la segunda parte de la saga perruna conforma un cúmulo de situaciones pre-digeridas, edulcoradas en exceso y en muchos casos sobre explicadas. Olvidable secuela con alerta incierto. La taquilla dirá porque el señor Cameron ha escrito como tres novelas más.