Ladran, Sancho
¿Cómo piensa un perro? ¿Cuál es su finalidad perruna? Esas preguntas son las que intenta responder el film en 90 minutos.
La película comienza con el nacimiento de Bailey y cómo inmediatamente desarrolla una gran relación con un niño llamado Ethan. A través de los años se exploran diferentes facetas: desde la dependencia del permiso de un padre para tener una mascota hasta el crecimiento de ambos.
Para todos aquellos que fueron dueños de perros, la identificación con esta historia es inmediata. También la sensación de pérdida de algo más que una mascota, con un período de vida limitado, que en el caso de esta película se ve alterado por la idea de que el protagonista reencarna siempre en otra raza.
Las siguientes historias que involucran a un policía viudo, una chica que busca el amor y un dueño maltratador muestran las diferentes formas de criar un perro, además de sus diferentes muertes.
Pero todas tienen algo en común: no importa quiénes sean, Bailey en cada vida se había dispuesto a hacer feliz a cada dueño de turno y ese aspecto está muy bien llevado durante el filme.
Tal vez el primer acto se hace un tanto extenso, tal vez no sea una joya como Siempre a tu lado (Hachiko, 2009), del mismo director, pero tampoco es una comedia como parece que se muestran en los afiches.
Destaco en sí, que más allá de la historia, que cada perro no tuviera que hacer nada difícil como ocurren usualmente con estas películas, que muchas veces son acusadas de maltrato animal de forma exagerada. Pese a que hubo un escándalo (ver la escena del pastor alemán al tirarse al agua), creo que no llega ni por lejos a lo que ocurrió con Chatrán, en la memorable escena que se arrojaba de un acantilado al mar.
La razón de estar contigo (2016) es una buena propuesta que cumple con su objetivo, entretener y tocar nuestros corazones sin llegar a sacarnos una lágrima. De seguro si tenés un perrito, cuando salgas del cine, te van a dar ganas de jugar con él con una pelota, aunque esté pinchada.