El cuarto film de Rupert Wyatt, "La rebelión", es una oscura metáfora política, en medio de un entramado de ciencia ficción post invasión extraterrestre.
Históricamente el género de ciencia ficción sirvió para enmascarar otras cuestiones más “realistas” a modo de metáfora o fábula con paralelismos. Grandes obras que podrían encuadrarse dentro del género, son consideradas obras máximas de filosofía/sociología/antropología contemporánea.
Tal es el caso de "El planeta de los simios", o "1984", por citar dos de los ejemplos más encumbrados. Con el cine sucede algo similar, la ciencia ficción puede ser un bombástico despliegue de acción y efectos sin mucho contenido, o ser el velo para hablar de la actualidad o temáticas más tangibles. Es al día de hoy que se sigue hablando de la filosofía de "Matrix". "La rebelión" es ese tipo de ciencia ficción.
Sí, hay una invasión extraterrestre, se muestra alguna tecnología inexistente, puede haber alguna explosión, pero (no tan) en el fondo, están hablando de otra cosa. La referencia inmediata para La rebelión será "Sector 9", aquel ¿clásico? moderno de Neil Blomkamp, que prometió un ascenso a la fama para su protagonista Sharlto Copley que nunca llegó.
Al igual que en aquella, hay una invasión de seres de otro planeta, pero lo que importa es otra cosa, y por eso nos ubicamos en los hechos posteriores a la misma. No sería correcto decir que La rebelión es un film apocalíptico, o post apocalíptico. Por lo menos no en el sentido que todos conocemos/suponemos.
Nos ubicamos en un futuro inmediato, a casi una década de una invasión alienígena que creó un nuevo orden… o en realidad no tanto, sólo se ordenaron un poco las cosas.
La acción se desarrolla mayoritariamente en un barrio de Chicago, que es clave para el nuevo sistema imperante. Los humanos, lejos de desaparecer, “se acomodaron” a esta nueva situación. Hay un sector opositor, que fue relegado casi a la indigencia; y un sector aliado gobernante, militarizado, que toma el control de este nuevo orden junto a los alienígenas.
Lo que varió es que las situaciones son mucho más extremas, y los disidentes pueden ser fácilmente eliminados por estos alienígenas sin misericordia, o por los militarizados que tampoco son muy compasivos. Mientras que no haya nada ni nadie que se revele, o que intente penetrar “desde abajo hacia arriba”, el orden se mantiene, y las cosas están bien.
El guion de Erica Beeney y el propio Wyatt, plantea un desarrollo coral en el que podemos seguir a varios personajes simultáneamente, e inmiscuirnos en las vidas dentro de las dos clases sociales marcadas.
Hay dos líneas principales, la de los hermanos Gabriel y Rafe Drummond (Ashton Sanders y Jonathan Majors), cuyos padres son liquidados por los extraterrestres en la primera escena, siendo ellos apenas niños; que crecen para convertirse en piezas de una red rebelde que planea un golpe al orden gobernante. A través de ellos iremos conociendo a los otros miembros de la agrupación.
Por otro lado, William Mulligan (John Goodman), burócrata de los aliados, que actualmente se replantea muchas cuestiones, y tiene pequeños escapes con una prostituta (Vera Fármiga) recluida en un departamento, con la que entabla una relación. Son muchos personajes, y acción cambiante, en medio de un ritmo más bien lento.
Si no estamos muy atentos, "La rebelión" puede resultar algo confusa entre las varias capas que despliega y un desarrollo con varias situaciones y vueltas de tuerca (algunas más evidentes que otras). Wyatt, que tiene en su haber "El Planeta de los simios (R)Evolución", la primera entrega de la excelente nueva trilogía basada muy libremente en la obra de Pierre Boulle, esta vez optó por algo más pequeño, no tan ágil, oscuro, y de un entramado político mucho más directo.
"La rebelión" no se anda con medias tintas, deja su mensaje en contra de los gobiernos militares, totalitarios, y en contra de las clases altas que los apoyan para su propio beneficio; y plantea una defensa de las revoluciones desde las bases.
El asunto alienígena pocas veces fue tan un adorno – no por eso prescindible o insustancioso – como en esta ocasión.
La fotografía de Alex Disenhof, y la banda sonora omnipresente y taciturna de Rob Simonsen, son aportes fundamentales para crear el clima sombrío, oscuro, casi de noïr futurista, que plantea la propuesta. Wyatt maneja una economía de recursos propia del cine más independiente, pese a ser un film con un pie (sino los dos) dentro del mainstream, por más que sea un “estreno chico”.
Resuelve correctamente las limitaciones de lo que puede mostrar y lo que no, y hasta hace creer que más hubiese sido un exceso que desvirtúe las intenciones de la propuesta. La rebelión es un film inteligente y atípico dentro de una cartelera que suele ofrecer pochoclo pegado a la ciencia ficción. Interpela al espectador, y plantea cuestiones adultas de muchísima actualidad.
A pesar de su ritmo lento y acción dispersa, genera un interés inmediato para que siempre comprendamos lo que sucede. Un elenco sólido en el que se destacan John Goodman – siempre sobresaliente – y Kevin Dunn como el presidente aliado, suman.
Vera Fármiga también resulta eficaz, como siempre, aunque sus apariciones generen una extrañeza similar a hacernos pensar que filmó sus intervenciones en solitario. La rebelión es ciencia ficción que apuesta a superarse, que no subestima, y entrega más de lo que fuimos a buscar. Ojalá tenga futuro destino de clásico de culto. Rupert Wyatt vuelve a confirmar que es un realizador inquieto con mucho para decir, y sobre todo, muy arriesgado.