Las invasiones extraterrestres quizás sean uno de los temas más explotados dentro de la cinematografía de ciencia ficción. Por supuesto, Hollywood es quien siempre lleva la batuta a razón del enorme despliegue técnico que requieren los filmes de esta naturaleza y no es de extrañar que la actual crisis narrativa de la industria se traduzca en historias insulsas y repetitivas apoyadas en el peso dramático de algún que otro actor o actriz del momento. A pesar de que gemas de culto como They Live(1988) han sabido utilizado a la perfección los ingredientes políticos que ofrece la temática extraterrestre, el resurgimiento de este subgénero en el cine parece ir más por la linea de La Guerra de los Mundos (1953) o Día de la Independencia (1996), esto es, todos los humanos sin distinción de clase unidos en pos de expulsar a las cucarachas galácticas de su bendita tierra estadounidense.
Con muy poca publicidad y un modesto presupuesto de 20 millones de dólares, aterriza en la cartelera argentina una nueva apuesta post-apocalíptica tituladaLa Rebelión, que no solo llama la atención por poseer reconocidos y talentosos actores entre sus filas sino que se trata de un relato que hace uso de la invasión extraterrestre como excusa para plasmar una alegoría de la colonización bajo el sistema capitalista. Una idea por demás interesante que la película no hace más que desperdiciar desde un primer momento.
La historia tiene lugar en un distópico Chicago gobernado por una raza alienígena que maneja los hilos de la nación desde un bunker subterráneo. Tras casi una década de haber invadido y colonizado la Tierra, estos monstruosos extraterrestres-denominados sencillamente Legisladores-han logrado restablecer la economía y reducir el crimen a través de una estricta vigilancia llevada a cabo gracias a sus colaboracionistas humanos, entre ellos el policía local William Mulligan (John Goodman). Sin embargo, un grupo de rebeldes que el gobierno creía haber neutralizado tras el asesinato de su líder continúa actuando desde las sombras, preparando el gran golpe que llevará a su especie a recuperar la libertad.
Dirigida por Rupert Wyatt (El planeta de los simios: (R)Evolución), este thriller de ciencia ficción resulta excesivamente caótico y deja tantas preguntas sin responder que el espectador nunca logra conectar con lo que está sucediendo en pantalla. El metraje presenta una seguidilla de escenas cortas y sin ninguna cohesión donde personajes sin nombre, cuyos propósitos no son claros, aparecen y desaparecen de cuadro generando confusión e impidiendo todo vago intento de suspenso. En el caso del joven llamado Gabriel Drummond (Ashton Sanders de Moonlight), el hermano del líder rebelde fallecido, éste surge desde un comienzo como un personaje clave, aunque a medida que pasan los minutos uno siente que tranquilamente la historia podría haber funcionado sin él. Y de hecho lo hace, ya que pasa mucho tiempo fuera de la trama mientras La Resistencia lleva a cabo su magistral plan, del cual tampoco se ofrecen muchas explicaciones.
Más allá de que Goodman, quien ya nos había sorprendido con su trabajo dentro del subgenero extraterrestre y el suspense en Avenida Cloverfield 10 (2016), luce soberbio en la piel de un melancólico policía que se mueve con soltura entre ambos bandos, su personaje queda atrapado en un guion que no parece tener idea hacia donde ir. Ninguno de los protagonistas tiene el desarrollo que merece y la larga lista de secundarios tampoco logra aportar algo de interés a este enmarañado relato. El elenco de caras conocidas y totalmente desperdiciadas se completa con Kevin Dunn (Veep) en el rol de un político servil a los intereses de los aliens, Madeline Brewer (The Handmaid’s Tale) como la novia de Gabriel, y la gran Vera Farmiga(El Conjuro), quien tampoco puede hacer mucho con sus breves apariciones como una prostituta cuyo papel solo cobra sentido una vez llegado al final del filme.
La cinta deja claro que aquí los enemigos del pueblo estadounidense no son otros que la burguesía política que decidió llegar a un acuerdo con los colonizadores, controlando y eliminando a todo aquel que decida rebelarse ante el nuevo orden totalitario. No es de extrañar entonces que los alienígenas, representados como una especie de puercoespines enormes, apenas aparezcan en pantalla, o que desconozcamos completamente sus intenciones y su forma de pensar. A fin de cuentas, estos invasores espaciales no distan mucho de aquellos del primer mundo que controlan la economía de los países subdesarrollados con la complicidad de sus gobernantes.
En su acto final, La Rebelión introduce un plot twist que une algunos de los puntos sueltos, pero que de ninguna manera llega a compensar la hora y media de puro desconcierto que los espectadores han debido soportar. Nuevamente, las buenas ideas se quedan en el camino a la hora de ser ejecutadas con solvencia en la gran pantalla. Lamentable para una película que, a simple vista, tenía todas las de ganar.