Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos con tres millones de votos menos que Hillary Clinton -se investiga si además contó con la ayuda de hackers rusos que se dedicaron a desacreditarla- en las redes circula la idea de que hay una "ocupación" por parte de un gobierno ilegítimo, aunque avalado por una parte del país, y, también, de que debe existir una resistencia ante el autoritarismo, el racismo y la xenofobia encarnado, según sus detractores, en el ocupante del Salón Oval. En suma, la versión norteamericana de la grieta.
Acaso tal estado de cosas sea el que haya inspirado esta historia de una invasión extraterrestre que, como si fuera un gobierno conservador, trae mayor seguridad aunque también un brutal incremento de la desigualdad en el mundo. Ante los extraterrestes, que son como erizos de mar con forma humana y tan desarrollados como para dominar el viaje interplanetario (aunque no la vestimenta), hay grupos de colaboracionistas, que tienen a su cargo lo que queda de las instituciones, y grupos de rebeldes, que pretenden iniciar una sublevación.
La película sigue sus acciones en un estilo realista que remite, por partes iguales, a La batalla de Argelia (1965) y a Attack the Block (2011) y, así, encuentra una forma creíble de contar una conquista global con un presupuesto magro. A la vez, el desarrollo es errático y las sorpresas telegrafiadas por pistas demasiado evidentes. La lucha contra aliens con guerra de guerrillas ya había sido visitada por series "medianas" como Falling Skies y Revolution. Esta película no desentona en esa compañía.