En el combo de esta Chicago cgobernada por extraterrestres hay acción, suspenso y la gran actuación del no menos grande John Goodman.
Los rebeldes siempre están en malas condiciones para doblegar a los enemigos que desean derrotar. Pasó en la historia antigua, en las más recientes y, por lo general, en las distopías futurísticas. Quienes detentan el poder, por lo general lo han hecho de manera accidentada, rápida e ilegal y haciendo valer únicamente sus intereses.
Y que en La rebelión los malvados sean extraterrestres no asombra, pero que se autodenominen los legisladores… Chicago, Estados Unidos, en un futuro no demasiado lejano e imprevisible, aunque luego se sepa que es en la década que viene. Están los que se transformaron en colaboracionistas, y hasta trabajan en la policía, como William Mulligan (John Goodman, en su mejor versión). Mulligan es un tipo de pocas palabras, que frecuenta a una prostituta (Vera Farmiga, algo alejada de El conjuro). Y están los “subversivos”, con un líder afroamericano que desapareció de las callecitas de la ciudad de los vientos, un hermano que va tras sus pasos y, como decíamos, mucho ímpetu pero con estrechos recursos.
La rebelión por momentos pretende ser una alegoría, por otros un filme de acción, y redondea un combo con una trama algo intrincada, enmarañada para lo que termina siendo. Habrá, claro, vuelta de tuerca final, para acomodar los bolos desparramados un rato antes.
Rupert Wyatt previamente dirigió El planeta de los simios (R)Evolución, por lo que ya sabe lo que es esto de enfrentamiento de razas por imponerse y/o sobrevivir.
Y no le sale nada mal.