Sinsabores
En Chef: La receta de la felicidad (Chef, 2014), el escritor, actor y director Jon Favreau nos lleva a un viaje culinario, cuya consigna – detrás y delante de las cámaras – es volver a nuestras raíces. El resultado es una película del género “feel-good” que deja al espectador con hambre; para ser más específicos: con hambre de comida, pero también con hambre de conflicto.
Carl Casper (Jon Favreau) es un hombre cuarentón y divorciado, que trabaja como jefe de cocina de un restaurant modesto. Si bien tiene un buen equipo de amigos que lo ayuda, Carl se ve constantemente en conflicto con Riva (Dustin Hoffman), el dueño del local, que a menudo censura su creatividad en pos de la popularidad. Como en el trabajo, Carl también está estancado, deprimido, a medio camino de todo: de su separación con Inez (Sofía Vergara), de pasar tiempo con su hijo Percy (Emjay Anthony), de definir su relación casual con Molly (Scarlett Johansson). Al recibir una reseña letal – y muy personal - sobre su menú, Carl se desborda, y comienza una riña con el crítico. Todo termina con el chef humillado (tanto por Twitter como por Youtube) y sin empleo. Con la ayuda de su (¿ex?) mujer, sin embargo, Carl logrará volver a sus raíces culinarias con un food truck (camión de comidas), y tomará la ruta – literalmente – de vuelta hacia la creatividad.
Es claro que el film intenta ser menos sobre invenciones inesperadas del chef, y más sobre qué significa ser fiel a uno mismo. De hecho, no es muy difícil adivinar que ese monologo de Carl frente al crítico es un claro mensaje de Favreau hacia sus detractores, acerca de su carrera que fluctúa siempre entre films más independientes y pequeños (Made, 2001) y blockbusters hollywoodenses (la saga de Iron Man, 2008/2010). Así es que Chef: La receta de la felicidad entra en la categoría de sus películas más personales, y esto es el condimento más interesante del film.
La complicación es que - a menos que uno esté familiarizado con esta situación - no hay mucho más jugo que sacarle a la historia. Las amistades y grandes figuras que el director convoca para papeles menores están bien actuados pero desaprovechados, poco justificados y sin un arco consistente de personaje. Por ejemplo, el vacío más palpable en la trama es la separación entre Carl e Inez, que parece totalmente arbitraria e inventada para justificar “un problema más” que realmente no lo es. Así como su protagonista, el film se estanca en una trama donde no hay un conflicto concreto, y donde la sucesión de montajes de comida comienza a llenar huecos donde debería haber desarrollo de personajes. Lo más lamentable es que Chef: La receta de la felicidad tiene personajes interesantes, solo que no los sabe usar. Un caso concreto de esto es el personaje de Martin (el genial John Leguizamo), quien aparece misteriosamente para ayudar a su amigo, sin razón más que la bondad extrema de su corazón. Ambos actores tienen buena química entre sí, pero esto no basta. Esperamos respuestas que la historia nunca da, y esto comienza a decepcionarnos (más tratándose de un film de casi dos horas).
Desde mitad del film, entonces, navegamos por una road movie sin conflictos, donde la comida y la música latina son reyes, y los finales felices – y obvios - obligatorios.
Y el problema tampoco es de ambiciones, porque Favreau siempre apunta a un film pequeño, cómodo, familiero, como lo son las películas que se apodan “feel-good” (en castellano, algo como “para sentirse bien”) que tienden a abordar tramas más bien simples, y eso está bien. Existen films de esta categoría muy disfrutables: por ejemplo, y de género culinario también, Chocolate (Chocolat, 2000) . Pero, como en todo, el resultado reside en la ejecución, y en este caso, Favreau falla en entretener. Es un plato con ingredientes muy interesantes, pero mal combinados.