Aportando un significativo golpe de timón a su filmografía, Juan Taratuto logra con La reconstrucción un acercamiento genuino y profundo al melodrama, alejándose de la comedia romántica y el humor, sus aparentes especialidades en el mettier. El director de No sos vos, soy yo y Un novio para mi mujer se introduce con sensibilidad y madurez en una trama dolorosa y de gran alcance emocional. Sin embargo su película va aportando pasajes en los que el drama se distiende sigilosamente, suerte de descansos dramáticos que no apelan necesariamente al paso de comedia o al apunte ocurrente, lo cual le otorga un mérito aún mayor al nuevo trabajo del realizador. La reconstrucción responde dócilmente al mandato de su título, dando pasos sutiles, apocados pero firmes, hacia el restablecimiento de sus personajes de la insondable desdicha que los aqueja.
A través de una historia que integra dos o más personajes que sobrellevan situaciones críticas y que adolecen de la voluntad –o acaso de herramientas culturales- para expresar o verbalizar sus sentimientos, el film muestra un arranque ciertamente lacónico. La trama se permite luego luego alguna comunicatividad, hasta arribar al principio de una redención; otra novedad en Taratuto, con films previos profusamente dialogados. Diego Peretti en un rol complejo, atravesado por emociones ocultas, ofrece una excelente y conmovedora performance, muy bien complementado por una notable Claudia Fontán. Ambos navegan por aguas poco habituales y enriquecen, junto a las contribuciones de Casero, de las dos adolescentes y del gélido y bello paisaje fueguino, a un pequeño gran film.