Diego Peretti es Eduardo, un trabajador de la industria del petróleo del cual en principio contamos solamente con algunos datos a nivel laboral con algunas primeras escenas que ofrece la película.
Más tarde, cuando llega a su casa, ya nos sumergimos un poco más en su mundo y con sólo algunos primeros detalles es evidente que se encuentra atravesando desde hace mucho tiempo, un momento particular, de crisis personal.
Con situaciones que lo muestran casi al borde del abandono, no contaremos sino hasta más avanzado el film, con los datos necesarios que el guión irá aportando progresivamente, para tener más claro el cuadro de situación de este personaje central del filme. Un guión que elige ir dejando marcas, pistas, muy lentamente sin invadirnos de información en las primeras imágenes, con lo que requerirá la paciencia necesaria para ir armando su perfil y su historia personal.
Sabemos que también inicia su periodo de vacaciones y conjuntamente con esto, aparece el llamado de un viejo amigo que hace que Eduardo deba trasladarse hasta Ushuaia.
Mario (Alfredo Casero) vive allí con su esposa (Claudia Fontán) y sus dos hijas adolescentes y necesita pedirle que se quede a cargo del negocio familiar de regalos y souvenires patagónicos, sólo por una semana.
Ya desde un primer momento, la dinámica familiar en la casa de su amigo y el contacto que comienza a tener con el público en el negocio, hacen que Eduardo tenga que romper en cierto modo con esa desconexión básica que parece tener con el exterior.
Ese será quizás el primero de los muchos movimientos internos, vivencias, emociones, cambios, que se irán gestando y desplegando en ese tiempo. Un tiempo que finalmente quedará grabado como mucho más profundo que unas simples vacaciones.
"La reconstrucción" es una sorpresa por varios motivos.
Primeramente porque es un propuesta arriesgada y más aún si viene de la mano de Juan Taratuto, de probadísima eficiencia y éxito en el terreno de la comedia con sus anteriores trabajos en "No sos vos, soy yo" "Quién dijo que es fácil?" (ambas con el protagónico de Diego Peretti, una especie de actor fetiche del director) y otro gran éxito de taquilla como fue "Un novio para mi mujer".
Casi absolutamente ninguna de las marcas de sus trabajos anteriores aparecen en "La Reconstrucción" donde uno de las pilares sobre los que parece trabajar, es no solamente mostrar el proceso de cambio del personaje central, sino testimoniar en cierto modo su propio proceso de cambio.
Demuele todo el camino construido por el director, para iniciar algo completamente antagónico, cinematográficamente hablando, aunque Taratuto logre la misma precisión y muy buenos resultados.
El paisaje helado e inhóspito de la Patagonia parece ser el escenario ideal para que se mueva Eduardo, congelado hace tiempo en sus sentimientos. Ya desde el cuadro geográfico en el que está inmerso aparecen la desolación, la incomunicación, las distancias y la soledad, con lo que se convierte en el espacio óptimo para plantear esta historia de desconexiones afectivas y de posibles reparaciones.
Peretti una vez más le pone el cuerpo a este nuevo personaje -con el que no es fácil lograr una empatía a primera vista- y se carga prácticamente la película a sus espaldas construyendo a Eduardo desde el fondo, para que aparezca luego, indiscutiblemente, en la forma.
Taratuto elige más contar la historia y construir a sus personajes, desde los silencios o desde las pequeñas acciones que desde los diálogos.
Y aún cuando hay situaciones en donde imprime un ritmo demasiado ceremonioso, más apuntado a lo formal y parezca un tanto solemne, con el discurrir de la película logra el clima intimista que se necesitaba para retratar este proceso.
Junto a Peretti, dos actores de probada trayectoria en el terreno de la comedia, también demuestran un cambio, desplegando su veta más dramática: Alfredo Casero aparece en un Mario mucho más contenido y sereno que en sus trabajos anteriores (como "Dos más Dos", "El día que me amen" o "Todas las azafatas van al cielo") aún cuando siempre pone su impronta personal en cada papel.
Claudia Fontán, por su parte, transmite toda la emocionalidad a flor de piel de Andrea, sus contradicciones, sus quiebres, sus dudas.
Y en muchas de las escenas que le toca jugar, su fuerte presencia en la pantalla ya dirá todo, sin necesidad de subrayar demasiado con diálogos que expliquen lo que pasa.
Fontán acierta en la construcción de un personaje completamente en las antípodas de sus trabajos televisivos, llenos de extroversión y casi construidos al ritmo de sitcom.
Muy en el sentido en que Taratuto traza un camino completamente nuevo dentro de su filmografía, Fontán transita en el mismo andarivel, entregando un trabajo visceral y absolutamente diferente a otros anteriores como en "Igualita a mi" "Un día en el paraíso" o "El hijo de la novia" y quizás más compatible con la película que rodó en España junto a Eduardo Blanco, "Pajaros Muertos", aún inédita en nuestro país.
Otro acierto en el casting son las dos adolescentes, hijas de Mario y Andrea, Maria Casali y Eugenia Aguilar que son quienes aportan la cuota de chispa en algunos diálogos y distienden algunos momentos dramáticos del guión.
Una apuesta fuerte de Taratuto de la que sale triunfador.
Seguramente en caso que elija seguir transitando por este camino, logrará también descomprimir un poco más ese rictus ascético que le imprime sobre todo a la primer mitad del filme en la construcción de sus personajes y poder liberarse un poco más y transitar el terreno del drama sin que esto implique olvidarse por completo de los momentos de comedia que aún en todo buen drama, pueden coexistir.
Un trabajo fuerte, comprometido, que nos deja como descolocados, pensando en lo efímero de algunas cosas. Y hablando del resultado de "La Reconstrucción" creo que eso es lo mejor que puede pasar como espectadores, quedar atravesados por un sentimiento que permanece en uno, mucho después que se prendan las luces de la sala.