Si revisamos los últimos estrenos en materia de terror, alcanza con hacer un rápido pantallazo parar ver que las películas de exorcismos han sido las que peor suerte han tenido. Si 206 fue un año plagado de títulos terroríficos de muy dudosa calidad, en un rápido conteo, la mayoría envolvieron algún poseído y/o algún exorcizado.
Casi como si no pudiese innovarse desde aquella gema El Exorcista hace más de cuarenta años; se acumulan títulos que no presentan grandes variantes. Por estas razones es que se agradece el arribo a cartelera de un título como La Reencarnación, que intenta de algún modo presentarse con ciertos tópicos originales sobre lo ya archi conocido.
Tome una porción de El Origen, extracto de Constantine, dos gotas de Pesadilla 3, un poco de Poseídos a gusto; y bátalo junto a la cantidad necesaria de El Exorcista; para obtener como resultado algo que a primera vista nos hace recordar a mucho pero no se parece a nada.
Incarnate comienza con un ritmo arrollador dejándonos con la expectativa de lo que vendrá. Nos presenta al pequeño Cameron (David Mazouz) que luego de ser atacado por una vagabunda en la casa en a que vive junto a su madre reacciona de un modo que no dejará dudas, tiene un demonio en su interior.
Alí conoceremos al Dr. Ember (Aaron Eckhart) un científico que posee la habilidad de penetrar en la mente de las personas poseídas y exorcizarlas desde adentro haciendo que el poseído reaccione y expulsando al demonio. Sí, así como lo leen, una locura. Ah, me olvidé de agregar en la receta algo de La Celda.
Por supuesto, Ember y su equipo se encargarán de Cameron a pedido de una emisaria del Vaticano; y además tendrá asuntos propios que resolver.
La Reencarnación respira estilo Clase B por todos sus poros, Clase b del bueno. Aquel estilo que se maneja con libertad para hacer lo que quiera y entregar una montaña rusa de diversión. De eso hay mucho acá; quizás no sea una propuesta profundamente aterradora, aunque otorga unos cuantos sobresaltos en buena ley; pero nunca deja de entretener.
Ember y su grupo son personajes interesantes y de los que nos quedamos con ganas de saber más. Podríamos pensar hasta en la posibilidad de una extensión en serie de TV con estos mismos seres.
No pidan lógica ni demasiadas explicaciones, se acepta lo que hay ¿Qué hay cosas que no cierran? Tampoco nada que haga perder su esencia.
Eckhart disfruta de este personaje en una inversión de su carrera al estilo Nicolas Cage; pareciera que cuando se lo estaba tomando en serio como actor dramático de fuste, el hombre optó aceptar este tipo de papeles que permiten celebrar la sobreactuación y transmiten la misma diversión relajada que al interpretarlo.
Quien se esconde detrás de un producto con poco presupuesto, pero fuerte corazón es Brad Peyton, un director que hasta la fecha conocíamos por tanques taquilleros como San Andreas. Aquí, sin el peso de una gran producción detrás, se entrega a un ritmo vertiginoso y a una deliberada falta de seriedad; algo que ya intuíamos en Viaje 2.
No será La Reencarnación la película del año, tampoco ser un clásico del terror; pero con su modesta propuesta le alcanza para otorgar una pátina de originalidad a un subgénero demasiado desgastado; y en el trayecto nos entretiene en muy buena forma. La verdad, para nada poco.