La opera prima de ambas realizadoras tiene como protagonista a la intérprete de “Me casé con un boludo” en el papel de una actriz que vive con miedo a casi todo y que enfrenta el estreno de un unipersonal en teatro. Una comedia dramática para fóbicos.
Todas las cosas que suelen decirse o pensarse respecto a los actores que pasan a dirigir pueden decirse o pensarse respecto a LA REINA DEL MIEDO, la opera prima de Valeria Bertuccelli, codirigida con Fabiana Tiscornia. Sí, la película está hecha para el lucimiento de su directora y protagonista. Y sí, la película es casi un unipersonal de su directora y protagonista. Ahora bien, eso no significa que sea mala ni mucho menos. En su doble rol delante y detrás de cámara Bertuccelli encontró una historia que la representa y que logró contar mediante una puesta en escena sobria pero a la vez ingeniosa. ¿Tiene mucho de ego trip? Probablemente. Pero es uno que resulta interesante seguir.
Bertuccelli es Robertina (alias “Tina”), una actriz famosa que está por estrenar una obra de teatro que, como podrán imaginar, es un unipersonal. Ante la inmnencia del estreno y a partir de otros factores (algunos, digamos, preexistentes; otros, circunstanciales), Tina empieza a vivir en un estado paranoico, temeroso, obsesivo. Como dice el título, es la literal reina del miedo, que se manifieta especialmente a partir de ruidos que escucha en su casa y que la hacen llamar todo el tiempo (publicidad mediante) a una reconocida compañía de seguros, cuyos sacrificados empleados van una y otra vez hasta allí para comprobar que nada realmente sucede. ¿O sí?
Además del miedo escénico y de los problemas técnicos de montar la obra (tiene que lidiar con colgarse de cables y con… árboles reales), Tina lidia con un divorcio (de Darío Grandinetti) y con la mala noticia de que un muy querido amigo que hoy (coproducción mediante) vive en Dinamarca está muy delicado de salud. Una sumatoria de pánicos, un TOC tras otro a los que Bertuccelli como actriz sabe darle un uso cómico. En cierto punto es su especialidad la de transformar la fobia e ineptitud social en material humorístico.
La película se va oscureciendo y volviendo más dramática con el correr de los minutos (la subtrama del amigo enfermo, muy bien interpretado por Diego Velázquez, lleva para ese lado el tono) pero nunca pierde del todo el espíritu cómico del comienzo, especialmente cuando se acerca el temido estreno de la obra en cuestión. Es el tipo de personaje y situación con la que los fóbicos se sentirán seguramente identificados.
El aporte de Tiscornia (aquí codirectora, pero reconocida en la industria como la asistente de dirección de Lucrecia Martel, a quien acompañó toda su carrera, entre otros trabajos) habrá sido, seguramente, clave a la hora de desdoblar esfuerzos ya que Bertuccelli está en cámara en casi todos los planos del filme. Así, este tandem de realizadoras logró una opera prima en común que logra destacarse como una propuesta original en un panorama de estrenos comerciales cada vez más rutinarios y previsibles tanto argentinos como internacionales.