Drama queen made in Argentina.
La Reina del Miedo marca el debut como directora y guionista de Valeria Bertuccelli quien, además, es la protagonista de esta comedia dramática que cuenta en su elenco con figuras como Darío Grandinetti y Gabriel Goity. Presentada en el prestigioso festival de Sundance, la película recibió el Premio Especial del Jurado en el rubro Actriz Protagónica.
Tina (Bertuccelli) es una talentosa actriz que se encuentra en el pico de su carrera y su historia comienza en los momentos previos al estreno de su unipersonal en el Teatro Liceo. Con una personalidad obsesiva y severos trastornos de ansiedad, este simpático personaje nos invitará a recorrer ese camino que la separa del que tal vez sea el momento más importante de su carrera mientras los problemas y eventualidades no se hacen esperar. Pero lo que no estaba en los planes de nadie era el llamado de Lisandro, el mejor amigo de Tina, que desde su casa europea le cuenta sobre la mortal enfermedad que lo aqueja estableciendo así un duro paréntesis en los preparativos de Tina para su estreno.
La Reina del Miedo funciona porque se toma todo el tiempo necesario para construir las bases muy complejas de lo que termina siendo una historia muy simple. Pero cuidado con las palabras. Compleja significa profunda e interesante, no rebuscada. Y simple es carente de exageraciones o elementos rimbombantes, que toca las teclas justas. Porque a fin de cuentas lo que tenemos es un personaje con problemas que para ella significan el mundo y que para la gran mayoría de la gente pueden parecer nimiedades y que cuando se golpea de frente con lo que podríamos llamar una de esas cosas “importantes” de la vida puede ver las cosas en la perspectiva correcta. Dicho así todo parece soplar y hacer botellas pero la verdad es que es mucho más complejo que eso, sobre todo si la cuestión busca ser llevada a la pantalla. Bertuccelli logra, tanto desde la dirección como desde la actuación, componer un personaje paranoico, perseguido y clínicamente ansioso que, a la vez, resulta gracioso, interesante y que permanentemente transmite la sensación empática de “a mí me pasa” o “yo estuve ahí”. Pero ¿no estamos hablando de una actriz famosa preocupada por si un árbol de su jardín va a caber en la sala de teatro para su obra unipersonal? ¿Cómo alguien normal podría identificarse con eso? La pregunta es válida. Y ahí reside el valor del personaje. Porque a partir de su forma de ser y de exteriorizar sus sentimientos es que logra universalidad, algo muy difícil de por sí que acá se ve agravado por el hecho de tratarse de una figura tan distante de “la persona normal”. El personaje de Tina podría ser una actriz famosa, un ama de casa, una ingeniera industrial o una astronauta y siempre nos identificaríamos con su forma de tomarse la vida. Por eso es un personaje brillante.
En adición a esto, esa construcción de base que tiene la película a partir de su protagonista queda muy bien sustentada por los personajes secundarios, como la empleada de Tina de origen paraguayo, el empleado del sistema de seguridad que protege a su casa o las pobres almas que ayudan a que el unipersonal de esta desequilibrada actriz pueda estrenarse en tiempo y forma. Por medio de pequeñas escenas con todos ellos (sumada a una de distinto tono pero igual efecto con su ex marido interpretado por Darío Grandinetti) es que se cimentan esas bases para que el mensaje final de la película tenga el peso dramático que sí consigue lograr maravillosamente en el desenlace.
Un actriz largamente probada y por demás talentosa como es Valeria Bertuccelli se anima a más encargándose también la dirección con un resultado tan positivo que solo puede hacernos esperar que este sea apenas el nacimiento de la carrera de otra brillante directora argentina.