El riesgo de oficiar un triple rol dentro de una película, en este caso con una Valeria Bertuccelli como guionista, codirectora y protagonista, encierra la tentación del "egotrip", amplificada por el hecho de que la figura en cuestión está interpretando algo que tiene mucho que ver consigo misma: un momento de encrucijada en la vida de una actriz, a días de estrenar un unipersonal.
Seguramente, la artista habrá volcado en el guión muchas de sus vivencias como intéprete, pero La reina del miedo está lejos de ser un relato ombliguista, más allá de que ella esté de manera omnipresente en todas las escenas. Tina (Valeria Bertuccelli) está atravesada por una suerte de caos generalizado, que va de la crisis con su pareja (Darío Grandinetti), hasta la inseguridad con la que transita los instantes preliminares al debut de su nueva obra teatral. En medio de ese sacudón, la desconcertada antiheroína recibe un llamado que anuncia que su gran amigo (Diego Velázquez) está pasando un duro momento de salud en Conpenhague.
El guión se desdobla con solvencia entre el aparatoso mundo cotidiano de Tina y sus insólitos conflictos domésticos, en los que su empleada y el jardinero acompañan algunos de los pasajes más desopilantes de esta historia; alternados con otros momentos en los que el relato se permite ingresar en zonas más vulnerables. La reina del miedo es una película sabiamente escurridiza, que logra desplazarse de la pirotecnia de gags que Bertuccelli domina a la perfección, hacia algunas instancias de corte intimista. A pesar de los apuntes de humor, entre los que se incluye la obsesión de la protagonista por trasplantar un árbol de cerezo desde su jardín hasta el escenario del teatro Liceo; lo que impera es una atmósfera que linda entre la confusión y las penumbras.
Más allá del título, el film de Bertuccelli atraviesa todas las capas visibles del miedo, para zambullirse de lleno en el abismo del caos. Lo admirable en el resultado final, es como la película logra abstenerse de un festín de estridencias, para priorizar la mixtura de unos pocas escenas catárticas, intercaladas con otras tantas construidas desde una atmósfera más contenida.
La reina del miedo es también una película que incluye una rareza en su esquema de producción. La compañía de seguridad privada Prosegur es una de las patrocinantes. Por lo tanto, el nombre de dicha empresa es mencionado no sólo una, sino cinco veces a lo largo del metraje. Las primeras citas suenan algo torpes, pero a medida que avanza el relato, el guión logra darle un giro creativo a la irrupción de los uniformados; y demuestra su astucia para transformar un chivo comercial en algo que cobra un verdadero sentido.
Al estar siempre en el centro de la escena, Valeria Bertuccelli (ganadora del premio a Mejor Actriz en el Festival de Sundance) optó por trabajar junto a la codirectora Fabiana Tiscornia; y entre ambas labraron un relato con aristas tan femeninas como feministas. La vulnerabilidad de una mujer en crisis afectiva, la ilusión de pensar en un hijo como proyección y sustituto de algunas ausencias, se superponen con el empoderamiento de Tina en su trabajo; siempre controlada por un universo masculino de productores y asesores. Es ella quien se encarga sistemáticamente de tomar cada decisión, aún en plena explosión de conflictos.
Entre un vuelo fugaz a Dinamarca para compartir unos días con su amigo enfermo, los asechantes cortes de luz, las pequeñas tragedias domésticas, los inciertos ensayos finales de la obra a punto de estrenar; La reina del miedo postula que aquello de madurar los cambios de manera calma y reflexiva es pura patraña. Bertuccelli abraza el caos, que en varias instancias se corresponde con fuerzas de la naturaleza tan elocuentes como el viento o la tormenta, y comprende que sólo atravesando una crisis integral, con una indescriptible mezcla de perplejidad y arrogancia; puede llegarse a una suerte de redención.
Enunciado en esos términos podría tildarse de "lección de vida" a su opus como directora. No lo es, ni pretende serlo. La virtud más bella y poderosa de este primer paso de la actriz en el terreno de la dirección, consiste en asociar las nociones de temor, abismo y libertad. Pudo ser un film de manual, con una clara apuesta a un catálogo de fórmulas, pero se inclina hacia un registro más personal, que no descuida el interés del espectador; ni tampoco se pasa de vueltas en pos de un guión canchero. Es una película que transita a sabiendas instancias de probada eficacia, con otras en las que se respira ese fresco aroma a ópera prima. Aplausos para este primer paso de Bertuccelli delante y detrás de cámara.
La reina del miedo / Argentina / 2017 / 107 minutos / Apta para mayores de 13 años / Guión: Valeria Bertuccelli / Dirección: Valeria Bertuccelli y Fabiana Tiscornia / Con: Valeria Bertuccelli, Diego Velázquez, Sary López, Gabriel Goity, Darío Grandinetti