El caso de “La Reina del Miedo”, de Valeria Bertuccelli y Fabiana Tiscornia, puede enmarcarse en un subgénero denominado “cine de actores”, no porque en él haya actores haciendo de actores, sino porque, principalmente, la búsqueda de la esencia del acto y el hecho interpretativo trasciende el soporte que lo contiene.
Robertina (Bertuccelli) exorciza sus temores a partir de evadir responsabilidades y huir a Dinamarca para estar con un amigo (Diego Velázquez), en el devenir un tour de forcé épico que posiciona a la propuesta como una de las más profundas reflexiones sobre la soledad del creativo y su necesidad de trascender lo efímero de la fugacidad de su trabajo.