Calvario
Cuando algunos espectadores indicaban que el castigo de cierto personaje (trataré de evitar spoilers para quienes no estén al tanto) hacia el final de la quinta temporada de la archifamosa serie Game of Thrones resultaba inhumano y había sido llevado a la pantalla con el mayor sadismo posible, algo que se puede argüir desde algunas elecciones de dirección, lo cierto es que George R. Martin indicaba que se basó en elementos del catolicismo. ¿A qué viene todo esto, hablando de La religiosa, de Guillaume Nicloux? Si tomamos en cuenta el calvario que atraviesa Suzanne en esta película basada en un escrito de Denis Diderot (1713-1784), no nos costaría demasiado comprender de dónde proviene la inspiración de Martin. Drama denso, con un vigor narrativo que por momentos nos puede abrumar, en particular por el clima opresivo que atraviesa el film, La religiosa plantea una adaptación con un tono oscuro acorde a la crítica del texto que parece moderno a pesar de resultar del Siglo XVIII.
Suzanne (Pauline Etienne) pertenece a un sector de la acomodada burguesía francesa y, con sus 16 años, aguarda para llevar una vida semejante a la de sus hermanas, que se encuentran casadas. Las profundas creencias cristianas de la familia y el sentimiento que parte de esta convicción, la hacen sin embargo padecer cuando encuentra que, a pesar de haber decidido ir a un convento, la vida religiosa no es para ella. Aún peor se ponen las cosas cuando su familia, por cuestiones económicas, decide que su mejor decisión es vivir en un convento porque de lo contrario no tendría ningún tipo de apoyo económico para casarse. Forzada por las tensiones con su familia, termina ingresando a regañadientes y forma parte de la vida de un convento de clausura. El sufrimiento y las humillaciones a las que se le expone tras la muerte de la madre superiora que comprendía el tormento de la joven, la pondrán en una situación de sufrimiento y encierro que la llevarán a buscar todo artilugio posible para renunciar a sus votos y la vida en el convento. Por supuesto, no le será nada fácil y, cuando cree haber encontrado una salida las cosas se ponen aún peor. El relato encierra incluso un elemento subversivo al denotar que la única salida está por fuera de la lógica interna del sistema: un escape facilitado por la eventualidad. Parece muy fácil pensarlo desde la actualidad, pero tengamos en cuenta que la crítica del relato se sitúa en el Siglo XVIII, cuando el drama socioeconómico y religioso que plantea era contemporáneo.
Pauline Etienne sostiene con su cuerpo y gestos secuencias donde el calvario de la pobre Suzanne se torna intolerable, en particular la degradación a la que es sometida cuando Christine, quien reemplaza a la difunta madre superiora, se da cuenta de que planea renunciar a sus votos. La dirección de Nicloux, que tiene algunos cortes notables en su edición -particularmente interesante es la secuencia de una pesadilla de Suzanne, que recuerda un episodio de horror con la monja Bénedicté desde apenas un solo plano de un corredor- y una fotografía mucho más expresiva de lo que parece -fíjense cómo el blanco trabaja el rostro de Christine, a pesar de que conocemos la oscuridad del personaje en sus acciones-, logra conjugar un relato de tono opresivo que mantiene la intriga hasta el momento en que, a pesar de poseer la llave para salir del convento, vemos que Suzanne tiene dificultades para salirse (un momento cargado de simbolismo que habla de la economía dramática de Nicloux).
Con La religiosa, Nicloux logra un film intenso que por momentos puede resultar denso, pero que en sus climas dramáticos y actuaciones entrega un relato cargado de energía e intrigas que nos invitan a conocer el destino del sufrido personaje.