Cuando pensamos en películas personificadas por monjas inmediatamente se vienen a la cabeza una lista que comienza por La Novicia Rebelde (The Sound of Music), Cambio de Hábito (Sister Act), Historias de una Monja (The Nun´s Story), La Duda (Doubt), la ganadora del Oscar Ida (Ida) y ahora se suma un nuevo nombre, La Religiosa (La Religieuse), remake del film homónimo de Jacques Rivette protagonizado por Anna Karina en 1966.
Ambientada en el Siglo XVIII, Suzanne es una joven bastante devota que, más a pedido de su familia que por propia decisión, se instala por un tiempo en un convento. Ese tiempo, que en un principio era algunos meses hasta que pudieran casar a su hermana mayor y reacomodar la situación económica, nunca terminó. Prácticamente incomunicada con su familia, Suzanne entabla una amistad con la madre superiora que la escucha y comprende la incomodidad que está viviendo. Pero cuando la anciana muere -de manera dudosa- la reemplazante le hará la vida imposible.
Paralelamente, Suzanne se entera que ya no podrá regresar a su hogar porque es fruto de una aventura que ha tenido su madre antes de conocer a su padrastro. Mientras intenta sobrevivir, y con ayuda de un letrado, Suzanne es trasladada a otro convento con normas no tan rígidas y con una madre superiora muy cariñosa para la época y el cargo. Un nuevo calvario deberá enfrentarse esta joven de 16 años que añora con una libertad impedida.
La Religiosa refleja la prisión en los conventos.
Pauline Etienne interpreta con pureza su personaje tras los hábitos que vuelve real el pedido de socorro. Su desamparo se siente más atroz cuando ingresa al segundo convento, comandado por una Isabelle Huppert descontrolada y posesiva.
De este modo, el director Guillaume Nicloux convierte en ficción una denuncia hacia las instituciones religiosas de una época que también se puede ajustar a nuestra realidad.