Poner las cosas en contexto
El creciente fundamentalismo y la renovación de la influencia religiosa en el mundo es un fenómeno mundial muy actual y con aparente potencia, el terrible atentado en París a la revista humorística Charlie Hebdo habla por sí solo. Sin embargo, hubo tiempos peores.
La adaptación de Guillaume Nicloux de “La Religieuse”, célebre novela del escritor francés Denis Diderot, nos retrotrae a una época ajena, genera un rechazo diferente de aquel que pudo tener la obra original, y al mismo tiempo, diferente del que pudo ocasionar la película de 1966 hecha por Jacques Rivette. Porque el mundo cambió y el poder de la religión sobre nuestras vidas también lo hizo.
Pero algo no cambió en la raíz del film: la crítica a la autoridad, al rol de la mujer en la sociedad, a la imposición familiar de un trabajo sobre el individuo. Hay que tener en cuenta que la obra fue escrita a fines del 1700, momento en el cual decir todo esto tenía un significado muy fuerte. La concepción de individuo, propia del capitalismo, no existía, entonces muchos de los problemas de Suzanne Simonin (Pauline Etienne) que se reflejan en la obra suenan antiguos, lejanos, pero hasta ahí. Porque la economía, la familia y la sociedad siguen limitando los deseos del individuo.
Suzanne Simonin es una chica creyente de 16 años, forzada por su familia a entrar a un convento, a pesar de no sentir la vocación religiosa de dedicar su vida a Dios. Con rebeldía, intenta evitar su estadía en el lugar, pero choca con el rigor de la tortura y la jerarquía eclesiástica. Su lucha la lleva a enfrentarse a varias monjas superioras que imponen su deseo de diferente forma en distintas casas conventos, aún así, ella mantiene el objetivo de librarse de una vida que no eligió.
La Religiosa es una película muy intensa, la gran actuación de su protagonista nos lleva a vivir su dolor, a sentir su pena y sufrir con ella. La cuidada y excelente ambientación, junto a la genial fotografía, logran su objetivo de hacernos viajar en el tiempo, a otro contexto, donde la religión domina todo, donde el pecado se lleva de nacimiento y el obispo tiene la misma importancia que Dios (con mayúscula).
¿Pero cuál es mensaje que deja en nuestras cabezas este film en este momento actual? Convengamos que se trata de un film de 2013, el mismo año de la asunción del papa Francisco, y dos años antes de Charlie Hebdo. El fenómeno del fundamentalismo islámico viene en crecida desde hace un tiempo, por lo tanto, las religiones en el mundo están fortaleciendo su potencia. La película claramente no alude a esto, pero cuesta evitar este pensamiento al introducirla en este contexto.
La crítica de la obra no es al cristianismo en sí, en ningún momento cuestionan sus creencias o sus ritos, quizás por eso parezca una crítica devaluada. Es más bien una reflexión sobre las libertades individuales, la vocación y el deseo opacado por la institución, religiosa en este caso, pero amplía su universo cuando su protector le devela las verdaderas razones de la ayuda que le brinda. Esta versión de “La Religiosa” muestra tres tipos de la autoridad: la compasiva, la dictadora y la abusadora, interpretada de forma genial por Isabelle Huppert.
En definitiva, se trata de la historia de Suzanne, una mujer creyente en una religión (cristianismo en este caso) que se ve obligada a seguir un destino que no le corresponde para tapar las culpas de otro, curar un “pecado” que no cometió (aunque en teoría ella sea ese pecado), porque de acuerdo a las normas religiosas, las reglas se cumplen o se es infiel. La autoridad se respeta, o hay problemas, por más que haya abuso.
Ahí es cuando entran en la cabeza las atrocidades de Estado Islámico. La imposición y brutalidad religiosa que retorna a la primera plana, que se encuentra lejos del cristianismo hoy, sí, pero no muy distante de lo que exhibe este film.
Por eso, a pesar de ser una película que parece blanda en su mensaje crítico, sacada de otro contexto y otra realidad, cobra una relevancia actual importante, para no olvidar que, más allá que el Iluminismo – época en la cual Diderot se desarrolló – tuvo sus equivocaciones y no resolvió efectivamente el problema, todavía es necesario volver a recordar parte de su mensaje, que sigue presente pero está amenazado. No olvidar que tener fe religiosa no es malo, el problema es cómo quieren hacernos interpretar (o imponer) esa fe.