¿Un tema puede ser anacrónico? ¿O es la forma de tratarlo lo que lo descontextualiza? Es una buena pregunta para hacerse con éste estreno. También vale preguntarse por la efectividad del adjetivo “polémica” a la hora de calificar una sensación transmitida por un texto cinematográfico.
“La religiosa”, basada en la novela de Denis Diderot, cuenta la historia de Suzanne Simonin (Pauline Etienne), una mujer que a mediados del siglo XVIII es conminada por su propia familia a un convento en el que sufre humillaciones, vejaciones, y distintos tipos de torturas, sólo para potenciar cierto costado del triunfo del espíritu y combatir esa condición, a la vez de exponer los mandatos religiosos y culturales de una época.
El tratamiento del guión transita por dos andariveles que aparentan ser distintos, pero pertenecen a la misma pileta de natación. Por un lado la decisión estética: vestuario, dirección de arte, diseño de producción, peinados, maquillaje, fotografía, sonido, recreación de época, son de un despliegue notable. Todo parece muy bien supervisado en función de la corrección enciclopédica. Como hizo Milos Forman en “Valmont” (1989), una película que por no jugarse a tomar posición en serio frente al tema que trataba fue opacada por “Relaciones peligrosas” (1989), cuyo director, Stephen Frears, sí pudo traspasar las fronteras del tiempo en el que transcurría la acción y hacer una obra que sin dudas interpelaba al espectador en su moral y en su morbo. Algo parecido ocurre con “La religiosa”, si se la compara con la adaptación de la década del 60 llevada a cabo por Jaques Rivette. Y aún sino se hiciese el ejercicio de poner una versión frente a la otra, la sensación que deja éste estreno es que no se pudo, o no se supo, cómo aggiornar este claustro, este sometimiento, a los códigos de estos tiempos.
Pese a la corrección política y a la confianza intrínseca en que los diálogos y las acciones bastan para instalar el conflicto, es en el trabajo actoral en donde “La religiosa” encuentra su mejor forma, pues al tener en el elenco a Pauline Etienne en el rol principal y a Louise Bourgoin e Isabelle Huppert en los personajes antagónicos, el director Guillaume Nicloux se asegura el fortalecimiento de un vínculo muy sólido que sirve como apoyatura para sostener la estructura dramática.
Si es por el tipo de tratamiento la polémica quedará para otra propuesta, y yendo a las preguntas del principio, sí. En la forma está el secreto para avivar el fuego de cualquier tema, o dejar todo en la misma temperatura.