Thriller psicológico con Darío Grandinetti y Débora Falabella
Dividida en capítulos como si se tratara de un libro, el film de Fernando Fraiha presenta un relato sobre el proceso de la creación artística y la perversión del poder.
Esta coproducción argentina brasilera presenta una premisa que deambula entre El resplandor (The Shining, 1980) y la serie Nine Perfect Strangers (2021). Filmada en Ushuaia y con el proceso creativo del novelista en el centro de la escena, La residencia (Bem-Vinda Violeta, 2022) es solvente y efectiva como ejercicio de género.
La protagonista es Ana (la brasileña Débora Falabella de la telenovela Avenida Brasil) quien llega “al fin del mundo”. Una cabaña aislada en las frías montañas de Ushuaia comandadas por el excéntrico líder Holden (Darío Grandinetti), un escritor de métodos poco ortodoxos a la hora de explotar el potencial artístico de sus discípulos. Distintos futuros novelistas recurren al encierro y son manipulados por Holden con directivas que van desde la inspiración natural hasta la humillación más absoluta.
La película explora los límites del poder y de la búsqueda de la creación artística. La perversión, la invasión de la privacidad, la manipulación hasta el abuso por parte de Holden, son soportados por los aspirantes a escritores que se someten a tales prácticas que llegan a límites pesadillescos. Holden se mete en sus cabezas al punto de que ellos no puedan distinguir sus personalidades de las de sus personajes. Así, realidad y fantasía se fusionan de la peor manera posible con la excusa de escribir un mejor libro.
La residencia cuenta con una premisa potente y atractiva aunque no del todo original. Varias producciones llevan las conductas humanas al límite en un espacio de encierro. Peleas por la supervivencia entre pares, por destacarse del resto, ya fueron contadas por El método (2005) y La cabeza de la araña (Spiderhead, 2022) por sumar solo un par a las mencionadas anteriormente.
Sin embargo, si tenemos en cuenta que la producción fue filmada en pandemia y con recursos mínimos, podemos destacar la aplicación de recursos cinematográficos para lograr la tensión requerida. Fernando Fraiha sabe cuando inclinar la cámara para generar un punto de vista extraño para indicar que la realidad se está distorsionando, o cómo aprovechar los escenarios naturales alrededor de la cabaña (las montañas nevadas, el mar) para contextualizar el aislamiento.
La residencia es un buen ejercicio de género, produce la tensión requerida con su relato y lleva su premisa al extremo gracias a la performance de Débora Falabella, quien expone toda su fragilidad en pantalla, mientras que Darío Grandinetti sigue demostrando que los villanos (Rojo, Un crimen argentino) le sientan muy bien.