“La Residencia” trata sobre el origen de las ideas creativas y de cómo el arte puede volverse la propia identidad, puesto que en el fondo un relato siempre resulta en la narración de nosotros/as mismos/as. En el caso del film, esta idea se vuelve una hipérvole, que muy correctamente aprovechada desde la misma dirección y desde lo que propone el guion, logra volverse un largometraje un thriller psicológico repleto de suspenso y de mucha angustia. Más allá de la truculencia y de la tensión con las que se presentan la mayoría de las escenas (las cuales se vuelven cada vez más torcidas y complejas), el film hace eco en la diyuntiva de si es posible separar el arte del artista. Ana se vuelve Violeta. Violeta sin dudas tiene mucha de Ana.
La pregunta de si es posible separar al artista de su arte, tambien se ve reflejada en Holden, quien también parece que no ha conseguido desprenderse de su obra, por lo que ha tenido problemas para difundir su trabajo. Holden quiere deshacerse materialmente de las copias de su novela, la destrucción de lo que lo hace “escritor” parece ser su esencia.
Má allá de abordar el proceso creativo de Ana, en “La Residencia”, Holden resulta central, no solamente por su relación con Ana, con quien se identificará prácticamente desde el principio y con quien tendrá una relación de complicidad, sino porque encarna otro de los tópicos que subyacen al proceso creativo y a las artes en general: el maestro excesivamente riguroso y exigente capaz de llevar al límite a sus discípulos/as. Es en esta exigencia extrema que transmite Holden a sus residentes y la obsesión misma de Ana con su novela donde reside el suspenso, la tensión y la auto-tortura psicológica, lo que podríamos concebir como el verdadero nudo del film.