Entre la fe y la razón,
La resurrección de Cristo es un péplum religioso con giros detectivescos.
Año 33 de la era cristiana. Desierto de Judea. Un hombre se aproxima. Es Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno de la antigua Roma, la mano derecha de Poncio Pilato (Peter Firth). Llega a una casa. El señor que lo atiende le pregunta qué pasó. Flashback para contar una historia violenta y sobre la fe.
Un hombre recién sepultado desaparece. Los rumores dicen que resucitó. Algunos lo confirman. ¿Qué pasó el tercer día después de la crucifixión de Jesús el nazareno? Las muchas versiones confunden. ¿Cuál es la verdad? ¿Es cierto que antes de morir dijo a sus discípulos que iba a resucitar? ¿Quién es este personaje? ¿Qué pasaría si se confirmase la descabellada versión de sus seguidores?
Sobre estas dudas se desarrolla la historia de La resurrección de Cristo, el péplum religioso con toques detectivescos dirigido por Kevin Reynolds. La película se construye sobre las versiones que empiezan a sembrar los apóstoles. Clavius necesita encontrar el cuerpo desaparecido para ponerle fin a lo que cree es una farsa peligrosa para la tranquilidad del pueblo.
Por un momento el filme amaga con una tesis interesante: el cristianismo se fundó sobre un misterio: la desaparición del cuerpo de Jesús. Pero luego la trama se encauza y toma el camino que ya se conoce (y este es su punto débil).
Al tercer día Yeshúa resucita y el Clavius descree del hecho. Se pone a investigar. Tampoco cree en la versión que dice que los discípulos secuestraron el cadáver. Clavius sabe que hay algo más. La metodología que usa es el interrogatorio. Es ahí cuando la película se convierte en un policial de la antigüedad mezclado con película de aventura.
Pero La resurrección de Cristo también es una película de amistades masculinas fraternales. Y esa combinación de géneros que hace Reynolds (por momentos lograda, por otros no) es lo que singulariza a esta versión de la resurrección del rey de los judíos.
Estamos ante un género popular que se puso de moda en las décadas de 1950 y 1960. A partir de entonces, cada semana santa, tanto la televisión como el cine se inundan de este tipo de películas. Y todas son buenas porque el personaje principal es demasiado carismático como para fallar. Las enseñanzas de Jesús se basan en la fe y su arma para predicarla es el amor. No hay nada que pueda contra eso. Es algo que supera al espectador, sea creyente o no.