La idea no es nada mala: contar cómo se convence un soldado romano de que la Resurrección es un hecho. Más interesante es que lo hace Kevin Reynolds, un realizador que conoce las herramientas del cine de aventuras clásico y aquí las utiliza, aún cuando el film no deja de ser bastante proselitista-religioso. La peor debilidad consiste en que Joseph Fiennes no es un actor demasiado atractivo. Pero el ritmo funciona, y es como esas viejas películas de tarde de Semana Santa, para nada aburridas.