El susto del volumen
Las películas de miedo de Blumhouse Productions - la fábrica de las Actividad Paranormal, La noche del demonio, La noche de la expiación, Sinister - son todas mediocres y prescindibles hasta que llega algo como La Resurrección del Mal (Havenhurst, 2016). Entonces se hacen extrañar. Con lo derivativa que se ha puesto la producción de la Blumhouse, aunque sea podemos contar con sustos que se nutren de la puesta en escena y requieren un poco de esmero. La Resurrección del Mal no tiene ni eso.
El nivel de creatividad de la película nunca pasa de mostrar una figura que se escabulle fuera de foco - o está muy cerca o muy lejos de la cámara - al compás de un agresivo estruendo. Ése es el primer y último susto del film. En el medio hay más de lo mismo, además de algunas escenas de tortura, que dan más asco que miedo. 80 minutos es demasiado.
La historia está situada en Nueva York, en el hotel residencial Havenhurst, que por fuera parece el edificio de El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968) y por dentro el hotel de Barton Fink (1991). Havenhurst es regentado por una viejita (Fionnula Flanagan) que aloja a adictos en proceso de rehabilitación en su edificio con la condición de que no recaigan en sus viejos hábitos, so pena de ser “desalojados” misteriosamente. Todo esto huele al esquema de El juego del miedo (Saw, 2004), en el que el mal castiga la inmoralidad, aunque los amos de Havenhurst no tienen ninguna motivación en particular ni discriminan a sus víctimas con penas irónicas.
La protagonista es Jackie (Julie Benz), que llega a Havenhurst director de Alcohólicos Anónimos y pasa el resto de la película haciendo averiguaciones obvias sobre lo que está ocurriendo en el lugar. Se le une una niña vecina, Sarah (Belle Shouse), lo cual activa una serie de flashbacks de lo más pedestres sobre la hija de Jackie. Sarah es la principal culpable de la mayoría de esos momentos molestos en los que una sombra corre al son de un molesto estruendo, y tiene la misma mirada de consternación ya esté quemando los panqueques del desayuno o escondiéndose de su padre violador. No se hace querer, pero para el caso, ¿quién en esta película lo hace?
Sobre los puntos a favor de la película, podría destacarse la dirección de arte, que es más o menos gótica, y la inquietante presencia de Fionnula Flanagan, pero hay tantas otras variables que las desbaratan que casi ni vale la pena mencionarlas. No parece haber un tono consistente. A veces se quiere jugar por el terror psicológico, a veces por la repulsión visceral, y en medio de todo hay una especie de cuco genérico que parece salido de otra película directamente. La única consistencia son los mencionados sustos de la banda sonora, los cuales se vuelven de lo más irritantes.
El film está producido, escrito y dirigido por Andrew C. Erin. Se inspiró en la historia de H. H. Holmes, un infame asesino que a fines de siglo XIX construyó un hotel lleno de trampas y pasadizos secretos en el cual mató, se estima, hasta 200 personas. Desde hace años Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio están preparando la versión cinematográfica. Más vale esperar a esa película, aún si no se hace nunca.